Por: GERARDO ALDANA GARCÍA
No solo lo dice Don Clemente; también muchas personas que por cientos llegan a su vivienda – consultorio localizado a escasos minutos del municipio de Isnos, en la ruta que lleva a esta localidad desde Pitalito. Fue el pasado sábado 8 de febrero cuando mi interés de columnista del Diario del Huila me ha llevado hasta el lugar en donde el hombre de aproximadamente 60 años atiende a toda clase de enfermos. Como muchos de los pacientes del señor Valencia, llegué a eso de las 4:00 p.m., instalándome en una de las más de 40 habitaciones dispuestas para pasar la noche a la espera de la consulta, lo cual tendría lugar a partir de la 1:00 a.m. del domingo 9 de febrero. Es de destacar que, el sábado 8, a eso de la 1:00 a.m., ya había tenido lugar uno de los momentos más emotivos y significantes de la experiencia de ir tras la solución a los problemas de salud, ofrecida por el señor Clemente Valencia. Se trata del momento de cocción de una enorme cantidad de diferentes clases de plantas con propiedades curativas que solo el médico botánico conoce. Dentro de lo que puede ser similar a un hondo para la cocción de guarapo de caña con fines de obtención de panela, las plantas son cocidas frente a decenas de enfermos, quienes, dispuestos en contorno del operativo atizado por fuego de leña, reciben los benéficos vapores que emergen del enorme recipiente y se expanden por el recinto, impregnando la atmosfera, el olfato y la piel de público circunstante.
Según relatos de algunos de los pacientes, en torno de esta vaporización natural, han sucedido evidentes curaciones, cual fue el caso de un hombre de aproximadamente 30 años que, por segunda vez visitaba al médico botánico, por un problema tan complejo que lo mantenía en silla de ruedas y que justo, al recibir los vapores medicinales, sintió la fuerza para levantarse de la silla en la que llevaba meses postrado, y empezó a caminar despacio, ante el asombro de la congregación reunida.
El mismo señor Clemente me compartió que, a lo largo de su vida como médico botánico, ha curado a más de 600 pacientes con cáncer. Pero esta afirmación no es extraña en la sala de espera en donde los pacientes, con juicio y fe, aguardan su turno de atención. Uno de ellos, justamente el encargado de la cocina, con toda naturalidad y alborozo compartía que, su esposa, paciente de cáncer, fue curada por Don Clemente. Yo gasté todo lo que teníamos de patrimonio de la familia, para el tratamiento de mi esposa. Luego, abatido en mi economía y sin esperanza alguna de su curación, tuve noticias de este médico y llegamos hasta aquí en donde finalmente ella se encuentra curada con la medicina natural que prepara Don Clemente. Entre los relatos que se escuchan, emergen sanaciones de cáncer de próstata, de estómago, de matriz, de huesos, entre otros. Y si esta narración ya asombra, resulta de mayor sorpresa el hecho de saber que, Don Clemente, utiliza unos métodos de diagnóstico de lo más sencillo; incluso, éstos podrían llevar, en principio, al escepticismo. Inicialmente la persona llega de forma presencial ante el médico; él, no necesita que el enfermo le diga nada. En cambio, lo toma de la mano, ubicando su dedo pulgar, el del médico, en la muñeca, sobre la llamada Arteria Radial en la que se palpa el pulso; e increíblemente empieza a recitarle al paciente cuáles son sus dolencias, y en muchos casos, el origen de éstas. Ante el asombro de enfermo, se procura un breve diálogo en donde el galeno escucha y da instrucciones tendientes a lograr la sanación, lo que incluye la forma de tomarse la medicina, y ajuste en hábitos alimenticios y de vida, entre otros.
Al interior del muy particular consultorio, se aprecian cerca de 6 canecas de 55 galones, cada una llena de medicina previamente preparada por el galeno, con ayuda de varios auxiliares quienes escuchan la instrucción de Don Clemente sobre las cantidades de cada una de las canecas que deben ser mezcladas para poner en el recipiente asignado al paciente, la medicina que este último espera ponga fin a sus males y dolencias.
Pero hay más; al consultorio llegan muchas personas que traen recipientes propios para ser llenados con medicina que, previamente a su visita, el médico, con apoyo de simplemente una fotografía, logra ver el problema que cada enfermo tiene, por lo que procede a ratificar su diagnóstico que, con ayuda de otros pacientes ya había sido enviado al enfermo, y dicta, de forma natural y fluida, las instrucciones sobre el tratamiento a seguir por parte del paciente. A partir de esto, la medicina es empacada en los recipientes para luego salir con destino a diferentes lugares de Colombia. Otro de los métodos de diagnóstico está en la orina, la que el enfermo puede allegar al galeno a través de su emisario; el del enfermo.
Seguramente que, casos como este suelen presentarse en diferentes localidades de Colombia y Latinoamérica; no obstante, lo asombroso de la experiencia con Don Clemente Valencia, es justamente el hecho de llevar más de 35 años dedicado a la práctica médica botánica; así mismo, que él esté siempre presente y abierto al público en general, y que cientos de personas, no solo las nuevas, sino que las que ya ha tratado, lo visiten con seguridad, fe y convicción. Pero hay que sumar en beneficio del galeno, su carisma de persona sencilla; de hecho, se percibe como un campesino versado en las facultades curativas de las plantas, y claro, tendrá sus propios secretos o formulas a fin de hacer eficaz su medicina. Y aquí viene otro elemento de cardinal importancia, igualmente asombroso, y es el hecho ampliamente comentado por los pacientes relacionado con una facultad intuitiva; algunos dicen, clarividente, que tiene Don Clemente, lo que le hace nadar con propiedad en el mundo anatómico del enfermo, para encontrar causas, enfermedades y en consecuencia dictar su solución. Y también llama poderosamente la atención el hecho de que Don Clemente no cobra la consulta, y la medicina que prepara y entrega al enfermo tiene un valor realmente simbólico que oscila entre los $15.000 y $34.000. Y si de la logística se trata, Don Clemente ha dado la oportunidad a que personas de escasos recursos del lugar, dispongan la oferta de alimentos y alojamiento, en donde, respectivamente, los precios no superan los $10.000., por persona.
Don Clemente Valencia dice que su virtud es un regalo de Dios y que poder servir a la humanidad, es su deber, lo que le produce a diario una inmensa alegría. Se preguntará el lector si, el suscrito columnista se sintió tentado a dejarse revisar por el galeno, a lo que les respondo que sí; y fue asombrosamente acertado.








