Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa
A raíz del deterioro del medio ambiente con el menoscabo de los diferentes ecosistemas con su flora y fauna, el calentamiento global, el permanente llamado de líderes ambientalistas y las campañas para la salvaguarda del mismo, las nuevas generaciones nos dan lecciones de vida por su amor y sentido de pertenencia con su hogar natural, su propia casa, el planeta; pero hace falta más compromiso de todos.
Es maravillosa esa cultura que se ha venido gestando y fortaleciendo en la niñez y la juventud, quienes permanentemente elevan peticiones a las diferentes naciones y conglomerados industriales, para que cesen las prácticas nocivas y la afectación ambiental, y de alguna manera se regulen las prácticas que atentan contra la vida de la madre tierra.
El jueves pasado se celebró el “Día Mundial del Medio Ambiente”, establecido el 15 de diciembre de 1972 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. La determinación de que fuera el 5 junio como fecha para reconocer la importancia del medio ambiente se da en medio de la primera gran conferencia sobre cuestiones medioambientales, conocida como la Conferencia sobre el Medio Humano o Conferencia de Estocolmo, desarrollada en el mes sexto del mencionado año.
La National Geographic reconoce que “el Día Mundial del Medio Ambiente es una fecha muy importante para la Organización de las Naciones Unidas, porque a través de esta conmemoración se busca fomentar la conciencia y la acción global a favor de la protección ambiental”.
Aunque muchos líderes ambientalistas despliegan un sinnúmero de acciones para tratar de llamar la atención de la humanidad, el llamado aún carece de la fuerza suficiente, razón por la cual la tala indiscriminada de bosques se mantiene, la minería ilegal no cesa, el derrame de desechos químicos al mar, a los ríos y a otros espejos de agua continúa, y la matanza de animales silvestres en su hábitat natural sigue avanzando.
Yo verdaderamente aplaudo la labor de entidades como la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena y de las otras corporaciones regionales, así como de las ONG que luchan incansablemente por proteger el medio ambiente, hacen lo que pueden y un poquito más.
De todas maneras, me queda un sinsabor relacionado con la relación “discurso – hechos”, porque la verdad es que muchos son los compromisos y las promesas, pero escasas las acciones, y de esta manera resulta muy complicado frenar el detrimento del planeta.
Hay que tener en cuenta que, aunque se hace un llamado a los mandatarios y a las grandes empresas, también se hace un convocado a toda la población, porque, así como el ahorro de monedas genera los billetes, de la misma manera las acciones individuales multiplicadas por centenares, miles o millones de personas, pueden garantizar los resultados esperados, pues como dice el refrán, “una sola golondrina no llama invierno”.
Cierro esta columna con la siguiente de Chris Maser, “Lo que estamos haciendo a los bosques del mundo no es más que un reflejo de lo que nos estamos haciendo a nosotros mismos y a los demás”.
