Por: Gerardo Aldana García
El hombre tras el íntimo encuentro con su espiritualidad es un buscador sin límites. Pareciera que su espíritu fuese faro entre la niebla del siglo, desde el cual clama por su origen y anhela la sinfonía entre el Yo y el Cosmos. En esta era de vértigo y consumo, la pluma de algunos escritores se levanta para trazar el mapa del regreso, sembrando la semilla de una conciencia que armonice la humanidad, la naturaleza y el universo. En el exuberante mundo de la literatura universal, tres voces, tres ecos, como emergidos del mismo infinito, convocan al lector de hoy a una cátedra sutil: el colombiano Samael Aun Weor, el poeta libanés Khalil Gibran y el monje iluminado tibetano Tenzín Gyatso, mundialmente conocido como Su santidad, el Dalai Lama.
Al leer al escritor Samael Aum Weor podría advertirse en su obra una especie de Arquitectura del Despertar. Desde su concepción de una gnosis delineada por una especie de fuego ancestral, halló un cauce renovado en el que grabó con pluma torrencial, su obra que no es solo literatura sino un espejo que motiva a confrontar el sueño de la existencia. Él enseña que la armonía comienza en la alquimia del propio barro, al empuñar la espada del discernimiento contra las sombras que el individuo lleva dentro. Su trilogía sagrada – Morir (al ego), Nacer (al espíritu) y Sacrificio (por la humanidad) – se tiene la llave para encarnar el Ser. Este mensaje de transformación interna ha cruzado todos los vientos: sus libros han sido traducidos a más de veinte idiomas y resuenan en decenas de países a lo largo y ancho del planeta, demostrando que la sed de lo trascendente no tiene fronteras. El escritor muestra que, para cambiar el mundo, primero debe cambiar el hombre.
Pero si Samael entrega la técnica para morir y nacer, el vate Khalil Gibran se erige como un Cantador de Amor Universal. Este escritor tiene la capacidad de envolver en la lírica del Ser ya despierto. Con la voz de su Profeta, susurra el secreto de la unidad: “Cuando amáis no debéis decir: ‘Dios está en mi corazón’, sino más bien, ‘Yo estoy en el corazón de Dios’”. Gibran disuelve la frontera entre lo humano y lo divino, entre la pena y la alegría, entre el nido y el vasto cosmos. En su poesía reside el aliento de la naturaleza, el abrazo del mar y el silencio del valle, sugiriendo que el amor es la única ley que rige, desde el más diminuto grano de arena hasta la estrella más lejana. Su obra, patrimonio de la humanidad, recuerda que la armonía es simplemente vivir la poesía del Amor.
Ahora bien, si la gnosis de Samael da la fuerza, y Gibran delinea el lenguaje del corazón; en el XIV Dalai Lama se puede descubrir una especie de Ética de la Compasión. Tenzin Gyatso entrega el método práctico: la Ética Universal con un mensaje de concordia que encarna una suerte de puente de seda entre el Tíbet milenario y la modernidad convulsa. Su predicado, volcado a la creación literaria mística, pide despojar la espiritualidad de dogmas y vestirla de simple compasión. El Dalai Lama enseña que el desarrollo espiritual no es un retiro, sino un compromiso activo con el bienestar ajeno. Para él, la armonía con el Cosmos se consigue cultivando la calidez humana, el mismo principio que él postula como base de la paz mundial. Su sabiduría reside en la sencillez: somos interdependientes, y la felicidad de uno es la felicidad de todos, escribe.
La literatura de estos tres escritores permite encontrar en ella una afinidad en torno a la armonía holística del ser humano que puede redundar en el cultivo de una benéfica semilla para la paz mundial. Estos tres Maestros, desde sus distintos senderos—la alquimia, la poesía y la meditación—, convergen en la misma cima: la Paz Mundial no es un tratado político, sino un estado de conciencia individual que se irradia hacia afuera.
El diálogo de estos tres gigantes regala lo que podría ser una fórmula mágica, bienhechora y posible para la conservación y salvación de la especie humana: La fuerza de la Gnosis, templada por el Amor de la Poesía, y guiada por la Ética de la Compasión. Solo volviendo al Ser, a esa esencia inmutable, lograremos que el Huila, Colombia y el Cosmos entero vibren en la indisoluble paz de la Tolerancia Consciente y el Respeto Profundo.








