Tras más de tres décadas de incertidumbre, una familia logró recuperar los restos de su hijo, reclutado por las Farc-EP cuando tenía solo 11 años. Se trata de ‘Chucho’, un niño campesino del Caquetá al que le gustaba jugar fútbol y montar a caballo, y cuya historia quedó marcada por la violencia del conflicto armado.
El hallazgo fue posible gracias a un proceso forense liderado por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en el marco del Caso 07, que investiga el reclutamiento y utilización de niñas y niños en el conflicto. Su madre había buscado sin descanso desde el día en que hombres armados se lo llevaron de la vereda donde vivían. Años después, le informaron que había muerto en combate y que su cuerpo estaría sepultado en el cementerio de La Unión Peneya, en el departamento de Caquetá.
“Yo sé que mi hijo está aquí, ayúdeme a encontrarlo”, le dijo la madre a la magistrada Lily Rueda, relatora del Caso 07, en 2021, cuando se enteró de que la JEP había adoptado medidas cautelares para proteger ese cementerio. A partir de esa gestión se inició el cotejo genético que permitió identificar los restos de ‘Chucho’. Según el análisis del Instituto Nacional de Medicina Legal, el joven murió a los 22 años durante un combate.
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Una despedida llena de simbolismo
Durante la entrega digna, la familia pudo finalmente despedirse. En la ceremonia, su madre elevó una oración y expresó con serenidad:
“Le doy gracias a Dios por poder recibir su cuerpo”.
Los familiares liberaron globos blancos con mensajes de amor y despedida. Su sobrina, de 11 años —la misma edad que tenía ‘Chucho’ cuando fue reclutado—, llevó a su pollito mascota hasta el altar, en un gesto que conmovió a los asistentes. En su globo escribió: “Tío, a pesar de que no te distinguí, llevo tu retrato en mi mente y en mi corazón”.
Durante la eucaristía, el sacerdote oró por los niños y niñas reclutados y desaparecidos durante la guerra, y destacó el trabajo de las instituciones que buscan verdad y justicia. La madre de ‘Chucho’ sembró una planta de flores rojas que había cultivado en su finca, como símbolo de reencuentro y memoria.
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