Por: Luis Alfonso Albarracín Palomino
Uno de los mayúsculos problemas que presenta el gobierno nacional, es el marcado desequilibrio en las finanzas públicas para la presente vigencia, producto del desbordado gasto público que ha venido manteniendo desde que se posesionó el primer mandatario de los colombianos. Las intenciones de impulsar la estatización en la prestación de los servicios sociales a las familias colombianas, sin tener en cuenta las alianzas público-privadas para fortalecer la dinámica productiva del país, ha sido un error histórico. Ha sido difícil mantener esta filosofía que hoy en día le está pasando factura al erario, porque los recaudos se han reducido drásticamente por la errada e incoherencia en la utilización de los instrumentos macroeconómicos del país. Y como si fuera poco, la laxitud que ha mantenido con las organizaciones narcoterroristas para buscar diezmar la intensidad del conflicto armado a través de la búsqueda de la paz total, que siempre ha sido el anhelo y el sueño de la sociedad colombiana, cuyos resultados han sido nefastos por el avance de la criminalidad que tiene sumidos a más de 800 municipios en Colombia, bajo el temor y la zozobra. La extorsión ha ahuyentado a los inversionistas y creadores de empresa en el país. Más de 130 mil han salido del país. Han dejado de pagar tributos al fisco, que, junto con la disminución de la demanda agregada interna y el aumento de la extorsión, se han convertido en los detonantes para que se hayan reducido las rentas del gobierno nacional.
Lo anterior, ha colocado al ejecutivo en serios aprietos para encontrar el sendero que lo conduzca a encontrar el equilibrio financiero en Estado. De nada han servido los impuestos que se han creado en los Decretos de Emergencia para atender las demandas sociales de los habitantes de la Guajira y del Catatumbo, que por cierto la Corte Constitucional los ha declarado en parte, improcedentes. Adicionalmente los organismos financieros del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, han sido enfáticos en no facilitar nuevos créditos porque las condiciones macroeconómicas del país son inestables y por el aumento desbordado de los cultivos de coca que ya ascienden a las 300 mil hectáreas. Se le ha convertido en un verdadero viacrucis para el nuevo Ministro de Hacienda y Crédito Público Germán Ávila Plaza, (que por cierto fue mi compañero de la carrera de Economía en la Universidad Nacional de Colombia), para encontrar el sendero que conduzca al gobierno nacional a encontrar el fortalecimiento de los ingresos de la Nación. Le deseo de corazón para pueda conseguir este objetivo del presidente Gustavo Petro Urrego y para todo el país.
Infortunadamente, el aumento de inconformismo de amplios sectores sociales que lo apoyaron para que llegar a la presidencia de la República, hoy han empezado a quitarle ese respaldo. Se han venido intensificando las protestas sociales y los taponamientos en las vías urbanas y rurales del país. Igualmente, las entidades territoriales empiezan a sentir los coletazos de la crisis financiera nacional. A la fecha, no les han girado oportunamente las transferencias para atender eficientemente las demandas sociales en las regiones. Apreciado Germán, tienes una papa caliente, que, con su sabiduría y madurez profesional, sabrá sortear estas afugias económicas del país.








