Diario del Huila

Democracia de papel

Nov 8, 2025

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Amadeo González Triviño

No hemos dejado de repetir y así lo sostenemos hasta que la realidad social, política y generalizada nos demuestre lo contrario: nuestro Estado Social de Derecho, nos ha entregado una democracia de papel, porque la democracia real no deja de ser más que letra muerta, y se utiliza como distractor para perpetuarse en el poder y hacer del poder un uso irracional del mismo.

Reiteramos que vivimos de mentiras políticas, de situaciones que se sobredimensionan o se entregan a las comunidades sobre falsos postulados de servicio social, de solucionar los problemas de las personas de escasos recursos económicos y que mediante porciones irrisorias del presupuesto, se silencian las bocas de uno o de unos pocos, por uno o dos días, y se fomenta y alimenta la corrupción y el crimen y el asalto a los recursos del Estado, en una constante que no tiene control y no hay nadie que pueda estar libre de “sospechas” de haber participado de dicho andamiaje nefasto que ha signado el destino de nuestra república del Sagrado Corazón.

Todos dicen luchar contra la corrupción, todos se enrostran la careta y con esas caretas, falsean la realidad y tras contar con el periodismo y los medios de comunicación, nos ufanamos de tener un Estado Democrático, donde se respeta el derecho a opinar, el derecho a decir o inventar lo que se les ocurre y de esta manera, sostener todo ese esperpento que hemos vivido, generando y generador a la vez, de todas las formas de violencia y de abuso del poder, que hemos padecido hace más de cien años, por no decir que desde nuestra presunta independencia de la colonia española.

La libertad que hemos pregonado, no ha sido la libertad de elegir nuestro destino, porque las grandes mayorías, están conformadas por una sociedad que perdió la capacidad de escudriñar, de desentrañar la realidad que vivimos, y nos hemos creado falsos paraísos, mundos invisibles, donde solo reina el odio, el resentimiento y la barbarie en contra de nuestros propios semejantes, empezando por la casa, por el hogar y destruyendo la base de la sociedad como lo es la familia, todo a cambio de prebendas o en busca de vivir a costas del otro o de lo que los otros han construido.

Por tales consideraciones, las ramas del poder público, no son autónomas e independientes, hacen parte de un juego demoniaco en el que el postulado de la  división de poderes, es una forma de entronizar y generar imperios, dictaduras en cada una de las formas de administración del Estado y de sus formas institucionalizadas de organización administrativa en la que se compone cada una de ellas, cada una de las ramas y cada una de las entidades que se desprenden en esa ramificación, donde no hay cooperación, donde no hay independencia y unos cuantos ciudadanos que se consideran los iluminados y los encargados de la redención del poder, están coligados y están unidos única y exclusivamente para generar formas de división entre las comunidades, y hacer posible, aquel consabido principio: divide y reinarás, introducida en tiempos del Emperador Julio César.

La coyunturas políticas electorales y los organismos que están “santificados” por esa democracia de papel, no son más que simples remedos de las componendas o de las atribuciones que aquellos “supuestos” líderes de las colectividades políticas, se han arropado para bendecir, censurar o impedir candidaturas y los principios rectores de los partidos políticos o de la representación popular, se ha desviado de sus objetivos, de su finalidad y de su razón de ser, hasta el punto de que hemos observado como personajes de la vida política nacional, se “disponen a unirse para salvar al país”, según afirman, olvidándose que ese supuesto poder soberano del pueblo, es el que algún día, tendrá la facultad y la posibilidad de devolvernos la confianza en la democracia o ser una fuerza capaz de romper con la polarización social que se agudiza día a día y nada bueno nos ofrece en el porvenir, confiemos que la debacle, no sea la que soñamos y que hemos vivido hace más de sesenta años: violencia y más violencia.

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