Carlos Yepes A.
La historia del comercio internacional ha sido una constante oscilación entre la apertura de mercados y el repliegue económico. Sin embargo, lo que estamos presenciando en 2025 bajo el segundo mandato del presidente Donald Trump parece marcar un punto de inflexión global: el retorno al proteccionismo como estrategia central de política económica internacional.
En un acto sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, el mandatario estadounidense ha impuesto un arancel mínimo del 10% a todas las importaciones, y cargas aún mayores – de hasta el 125% – para países con los que EE.UU. registra déficits comerciales significativos. China, la Unión Europea, India y Corea del Sur encabezan la lista de naciones afectadas, pero Colombia tampoco ha sido ajena: enfrentamos un arancel del 10% que golpea directamente cerca del 30% de nuestras exportaciones, especialmente en café, flores y productos agropecuarios.
Lo que está en juego es más que un cambio coyuntural. Estas medidas, que podrían recaudar hasta US$ 6 billones en una década, se sustentan en la narrativa de “reciprocidad” comercial, pero lo que en realidad reflejan es un rediseño del tablero geopolítico global, donde el comercio es la ficha clave de una nueva forma de confrontación: la geoeconomía del poder.
No se trata simplemente de aranceles. Estamos ante una lógica de reconfiguración de cadenas de suministro, relocalización industrial (nearshoring) y presión directa sobre países aliados y adversarios para que asuman costos económicos por decisiones políticas o estratégicas. Tal es el caso de los aranceles impuestos a México y Canadá si sus exportaciones no cumplen con el T-MEC, o el castigo a China con gravámenes superiores al 50%.
La respuesta internacional no se ha hecho esperar: la Unión Europea, Canadá, Corea del Sur y otras potencias preparan represalias y contra-medidas, mientras los mercados bursátiles globales – desde Tokio hasta Frankfurt – han registrado su peor semana desde 2020. El oro se dispara, el dólar se tambalea y la palabra “recesión” vuelve a instalarse en el vocabulario cotidiano de inversionistas y ciudadanos por igual.
El Huila, como departamento productor líder de café y uno de los principales exportadores de tilapia roja a los Estados Unidos, no puede quedarse al margen de este debate. El arancel del 10% impuesto por EE.UU. afecta directamente a nuestras exportaciones cafetaleras, que compiten en ese mercado con otros productores como Brasil y Vietnam. Si bien estos también enfrentan aranceles, la incertidumbre actual y los costos logísticos adicionales pueden traducirse en pérdidas para nuestros caficultores.
En el caso de la tilapia, una de las apuestas productivas más importantes del surcolombiano, la situación puede se compleja si de alguna manera, la estructura de costos, las exigencias sanitarias y los nuevos aranceles pueden disminuir nuestra competitividad frente a países que gozan de subsidios internos o acuerdos preferenciales con EE.UU.
Esta coyuntura exige acciones inmediatas y estratégicas. Como: apoyar a los sectores exportadores del Huila con medidas fiscales y financieras que compensen el nuevo escenario internacional; diversificar los destinos de exportación para no depender exclusivamente del mercado estadounidense; promover una diplomacia comercial activa desde las regiones, articulando esfuerzos con ProColombia y las embajadas para abrir mercados alternativos en Asia, Europa y América Latina y reforzar la infraestructura logística que permita a nuestros productos llegar en condiciones más competitivas a nuevos destinos.
Estamos ante un cambio de época. El libre comercio, tal como lo conocíamos, cede espacio a un proteccionismo selectivo que redefine las reglas del juego global. Desde el Huila, tenemos que prepararnos no solo para resistir este nuevo orden económico, sino para transformarlo en una oportunidad de fortalecimiento productivo y diversificación exportadora, protegiendo siempre a quienes sostienen con esfuerzo la economía real: nuestros campesinos, piscicultores y empresarios.
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