Carlos Yepes A.
Recibir el título de Magíster en Educación no fue para mí el final de un proceso, sino el inicio de una responsabilidad más profunda: la de asegurar que el conocimiento que generamos en la universidad no se quede en sus anaqueles, sino que aterrice en el territorio, transforme la realidad y dialogue con las necesidades de nuestras comunidades.
Mi tesis de maestría analizó el impacto de los proyectos de grado de la Maestría en Educación con énfasis en docencia e investigación de la Universidad Surcolombiana en el municipio de Neiva. Revisé 23 trabajos realizados entre 2018 y 2023 y encontré que muchos de ellos, en temas como adaptación curricular, inclusión educativa, participación comunitaria o uso de tecnologías emergentes, representan valiosos aportes a la transformación educativa local. Sin embargo, también observé algo preocupante: parte de estos esfuerzos se quedan sin aplicarse, sin apropiación social y sin continuidad.
El problema no es la falta de talento o compromiso, la Universidad cuenta con excelentes profesores, asociados y de planta, el alumnado es juicioso y comprometido, el problema a mi juicio es que como sociedad huilense, no hemos tejido los puentes necesarios entre la universidad y el territorio. Como si investigar fuera suficiente, como si publicar en el repositorio institucional fuera el cierre natural del conocimiento, creo que no lo es, es más, el conocimiento que no se apropia socialmente se desperdicia.
Por eso, hoy debemos seguir avanzando hacia repensar el papel de nuestras universidades. No como burbujas académicas, sino como motores de transformación regional. ¿Qué pasaría si cada trabajo de grado fuera adoptado por una institución educativa? ¿Si las líneas de investigación respondieran directamente a los planes de desarrollo municipal? ¿Si la universidad midiera su impacto no por cuántos títulos entrega, sino por cuántos problemas ayuda a resolver?
Nuestra región necesita más que egresados: necesita soluciones. Y esas soluciones están, muchas veces, ya escritas en las tesis que nadie lee, en los artículos que no salen del aula, en las ideas que no se convierten en política pública, en programa piloto o en semillero comunitario.
Hacemos desde esta columna un llamado, respetuoso pero firme, a las universidades, a todos sus programas, a los gobiernos locales y a nosotros, los investigadores y educadores: que la investigación no termine con la sustentación, que el conocimiento no se archive, que la tesis sea apenas el primer paso para cambiar el mundo que nos rodea.
Porque la universidad no tiene sentido si no transforma su territorio!
cyepes@hotmail.com








