Amadeo González Triviño
Cuando nos encontramos a menos de un año de la posesión de un nuevo presidente de los colombianos y a más de dos años igualmente de mandatarios locales y regionales, es cuando se nos ocurre invitar a nuestros compatriotas a dejar gobernar, a no terminar de ponerle piedras en el camino a los gobernantes y que por el contrario, nos sumemos todos a ese proceso de contribuir con el propósito y los postulados que redunden en beneficio de las comunidades, antes de generar controversias y sacar los cueros al sol, cuando hubo tiempo, antes de las elecciones, para diseñar el análisis en conjunto de las propuestas de cada uno de los gobernantes y cuando se dio en el marco de su implementación, cada programa de gobierno, como lo indica la normatividad constitucional y legal.
Querer en estos momentos utilizar esas maromas para poder obtener provecho electoral en la próxima contienda, debe ser motivo de un serio análisis en la construcción de identidad y de proyección social de las comunidades, frente a las propuestas de los gobernantes, máxime cuando las advertencias que se hacían en el pasado electoral no se cumplieron, respecto de la pauperización y de la forma como el desajuste social sería del ciento por ciento con el actual mandatario, y por el contrario, hay resultados que valen la pena tener en cuenta, con una meridiana claridad de comprensión política y de aplauso o reproche en su momento. Es decir, en el momento de las nuevas elecciones.
Los seres humanos tenemos la tendencia precisamente de no querer gobernar ni nuestros propios instintos, ni nuestras emociones y nuestros propósito o proyectos de vida, y sin embargo queremos que los demás se muevan o hagan aquello que nosotros mismos no nos atrevemos a hacer o quizá a sugerir o apoyar.
La volatilización de las comunidades frente al sensacionalismo de los medios es de tal magnitud, que muchos colombianos hemos decidido en determinado momento pasar días enteros sin encender un televisor o escuchar un programa radial, para no sufrir las consecuencias de esa desinformación o de esa propaganda negra que se difunde sin tregua por quienes movidos por intereses económicos, están al servicio de la gran prensa, y es ésta la que termina legitimada para direccionar las políticas de Estado, como ha sucedido a lo largo de nuestra historia patria.
La violencia y la inseguridad que se vive no es fruto de un desgobierno o de la ausencia de una política institucional, sino que por el contrario es fruto de todo un proceso en el que cada ciudadano hace parte y debe rendir cuentas de su papel protagónico en los resultados de esa paz total que un día se anhela para todas las comunidades, sin distingo de partido político y sin tener en cuenta su condición social, económica, política o ideológica y que debe ser, como se pregona desde los albores de nuestra carta política, como la base esencial y la razón de ser de una sociedad que evoluciona y que debe estar al servicio de los mismos seres humanos, es decir, de nosotros.
Por tanto, necesitamos aportar ideas que contribuyan en la construcción de una sociedad igualitaria, donde los medios de control, con eficiencia y no con la morosidad que todos conocemos, resuelva los conflictos en los que se encuentran inmersos los ciudadanos y que a su vez, la educación sea la base y el pilar fundamental de un pensamiento que direccionado única y exclusivamente hacia la convivencia, hacia la pacificación y hacia el amor de patria, podamos enfrentar los dilemas de la división, de la segregación y de la exclusión a la cual nos encontramos abocados en los actuales momentos.
Que haya críticas, que haya pensamientos dispersos y encaminados hacia la consolidación de un propósito único de convivencia, es el proyecto y la iniciativa que esperamos y que no nos convirtamos, como lo venimos haciendo, en repetir o difundir el pensamiento de otros o de los otros, sin tener en cuenta que nosotros mismos tenemos la opción de opinar y disentir, pero con ideas y con “propósito de enmienda”, como dice el otro.








