El paro arrocero estaba anunciado. Era claro que los pequeños productores de arroz iban a bloquear el país. Las principales vías que conectan a las regiones están hoy con paso restringido, generando pérdidas millonarias, y el “gobierno del cambio” sigue respondiendo a ritmo de tortuga frente a las necesidades del aparato productivo.
En el departamento del Huila, esto ya se hace insoportable. No podemos seguir amparándonos en la tesis de que, ante la falta de operatividad del gobierno y la ausencia de respuestas oportunas, las vías de hecho sean la única solución. No. Por más justos que sean los reclamos —y en este caso lo son—, no podemos legitimar que el país entero se paralice cada vez que quien dirige la institucionalidad no funcione.
Lo cierto es que vemos un gobierno desconectado de la realidad económica, lento en la reacción, atrapado en su narrativa ideológica y ausente de soluciones concretas. Pero también es cierto que seguir apelando al cierre de vías como herramienta de presión tiene consecuencias nefastas para el resto del sistema productivo, para el empleo, la movilidad, el turismo, la seguridad alimentaria y la calidad de vida de millones de ciudadanos.
Sí, es menester solidarizarse con el campesino, con el pequeño productor que madruga y cultiva. Pero también es necesario advertir que las vías de hecho, repetidas hasta el cansancio, terminan por debilitar cualquier causa justa. Nadie gana cuando el país se paraliza, y todos perdemos cuando normalizamos la crisis como lenguaje político.
En este mismo sentido, es fundamental hacer un llamado a los grandes molineros: el respeto por los precios mínimos que se puedierab pactar a través del decreto en estudio, no es solo una obligación legal, sino una medida necesaria para equilibrar la balanza frente a las importaciones y garantizar una competencia justa. Ignorar esos acuerdos agrava la asimetría entre eslabones de la cadena y profundiza la desesperanza de quienes ya producen con pérdidas.
Al gobierno le exigimos acción clara, coherente y con resultados. Que respete los acuerdos firmados, que planifique con viabilidad en el tiempo, y que no convierta cada movilización en una improvisación institucional, para justificar otra marcha. Pero también es menester de los productores entender que cumplir con los requisitos técnicos y administrativos para acceder a subsidios y apoyos es parte del equilibrio necesario para que el mercado funcione, aunque no sea perfecto.
No se trata de silenciar la protesta ni de invalidar el reclamo. Se trata de no repetir la historia sin corregir el rumbo. Porque si algo nos ha demostrado esta coyuntura es que la política no es solo cosa de políticos, y que de paro en paro, el país no avanza.








