ERNESTO CARDOSO CAMACHO
La anunciada celebración del Día del Trabajo por parte del presidente Petro y la presentación formal al Senado de la iniciativa de Consulta Popular, constituyeron la evidencia plena acerca de que, el estilo pendenciero y confrontacional del gobierno; ha pasado a la nueva etapa de fanatismo delirante, acorralado por los escándalos de corrupción; de la inmanejable situación de violencia y de la grave crisis fiscal que amenazan con generar la frustración del cambio ofrecido con alta dosis de populismo y demagogia.
De otra parte, el enfrentamiento entre sus principales alfiles, Benedeti y Sarabia, empieza a desvelar los secretos que cada uno ha guardado con celo del comportamiento errático y poco ético del mandatario.
En estas circunstancias, la Consulta Popular se constituye en el mecanismo de activismo político del presidente con el cual busca mantener a toda costa y a todo costo, su deteriorada imagen, aunque paradójicamente las encuestas revelen una aceptación cercana al 32%, donde seguramente la imagen del agitador social pesa más que la del gobernante.
Lo que si es indiscutible es que con este fanatismo delirante esta provocando la reacción igualmente delirante de la oposición, la que se expresa con vigor en las redes sociales, en las entrevistas radiales y en el propio congreso; estrategia que le permite al presidente insistir en el desgaste de los partidos y en responsabilizarlos de los grandes errores del pasado. Están cayendo en una trampa estratégica que no les permite diferenciarse ni formular alternativas que vayan dirigidas a solucionar los graves problemas sociales de inequidad social y de violencia.
El peligro para la tranquilidad ciudadana es inminente. La violencia verbal unida al fanatismo delirante aleja por completo posibilidades reales de consensos no solamente entre gobierno y oposición, si no especialmente entre los desgastados liderazgos de los partidos tradicionales que en el desespero por la proximidad de las nuevas elecciones, no aciertan a dialogar en busca de acuerdos que los acerquen y cada uno pretende sobrevivir en su propia agonía electoral.
Nada bueno le espera a nuestro cada vez más frágil sistema democrático. Debilitados, fracturados y sin liderazgos convocantes, los partidos le hacen el juego a la estrategia petrista que recurre a la voluntad popular, mientras los dirigentes institucionales se esconden de sus electores, vociferan en los espacios radiales y sus cada vez más escasos simpatizantes deliran en las redes sociales destilando odios y resentimientos hacia quienes tienen aún el valor de apoyar al presidente.
En este mar de confusión e incertidumbre es imperativo recodar que la democracia es preferible a la dictadura. Petro muestra cada vez con mayor claridad su perfil chavista y ello constituye sin duda su mayor flaqueza. Corresponde a cada ciudadano reflexionar sobre la importancia de mantener los valores y principios fundantes de nuestra nacionalidad para no caer en los cantos de sirena del populismo chavista ya ampliamente conocido.








