Por: Gerado Aldana García
Esto ya no es noticia. Los informes, los diarios, los periodistas, las redes sociales, los padres de familia lo cantan de forma consuetudinaria: La educación en Colombia cada día disminuye su calidad. Según el periódico El Colombiano, nuestro país tiene la mayor tasa de repitencia en los grados de primaria y el tercero en la básica secundaria (grados de sexto a noveno) entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Lo paradójico del escenario es que el poderoso gremio que aglutina a los maestros, Fecode, en una de las tantas exigencias a los presidentes de la nación, esgrime justamente la referida a salarios generosos que pueden y deben estimular el esfuerzo y el nivel de pertenencia del docente cuando ejerce tan noble y excepcional profesión.
Al mirar el esquema actual de salarios de los profesores en Colombia se logra ver claramente que es uno de los sectores mejores pagos en el mundo laboral. Veamos el reporte que presenta la Universidad Piloto desde su portal en internet: Para un profesor que trabaje en el sector público, donde se educan aproximadamente el 80 % de los estudiantes, los salarios se rigen por un sistema de escalafón establecido por el decreto 1278 de 2002, que clasifica a los docentes en tres grados, siendo el 1 el más bajo y el 3 el más alto en rango salarial: 1- Grado 1: para normalistas: un docente con estudio superior o tecnólogo en educación puede ganar entre $2.589.510 y $5.274.942, dependiendo de la categoría en la que se ubique. 2- Grado 2: los licenciados y profesionales, por su parte, pueden ganar entre $3.259.081 y $5.943.616; los que tengan estudios de especialización el sueldo podría oscilar entre $3.106.040 y $5.818,187; estudios de maestrías el sueldo podría variar entre $3.747.941 a $6.835.150, mientras que los docentes con doctorado que pertenezcan a este grado, podrán ganar entre $4.236.803 y $7.726.691, y finalmente, 3- Grado 3: los docentes que tengan maestrías que pertenezcan a este grado, podrán ganar entre $5.454.620 y $9.255.205, mientras que los que tengan doctorado podrán ganar entre $7.235.975 y $12.312.993.
Ciertamente, un profesional que ingresa al magisterio hoy, si es juicioso y se dedica a estudiar maestría y luego doctorado, en cosa de seis años perfectamente pueda ganar la generosa suma mensual, a precios de hoy que supera los $12.000.000.; y puede subir un 15% si está en zonas rurales de difícil acceso; ahora bien, si tiene la dicha de ser rector, podría adicionar un 30% lo que le otorga mensualmente hasta un monto de $17.312.993. Es entendible que solo una mínima fracción llega a ser rector; pero es claro que una enorme mayoría cada día se vuelve magister y otros muy motivados llegan a ser doctores; todo por la muy estimulante expectativa salarial. Es decir, cada día el sistema salarial docente le valdrá más al pueblo colombiano. Y aquí no importa la calidad de la universidad que otorga los títulos; puede ser una de las tantas denotadas como De Garaje. Lo importante es obtener el cartón. Aquí hay una evidente deficiencia del Icfes cuando avala programas e implementación mediocres que no conducen a nada bueno. Habría que sorprenderse aún más con los tantos matices de impertinencia del sistema, cuando, por ejemplo, en una vereda X, hay un docente con doctorado, con apenas dos estudiantes de 1ro y 2do grado de primaria; este doctor que se supone se formó para impulsar la educación desde conocimientos altamente elaborados por la ciencia, se desperdicia a la vista de todo el mundo, todo por cuenta de que el sistema educativo así lo permite. Y cada día habrá más casos de estos. Y si la situación es ya de despropósito, hay que sumarle lo peor: los resultados traducidos en estudiantes con bajísimos niveles de calidad en pruebas aplicadas, muchos de ellos repitiendo o, en otros casos aprobando porque sí.
Muchos lectores han escuchado la práctica a voces de docentes del magisterio colombiano que educan sus hijos justamente en colegios privados, todo por cuenta de su propia certeza de la mediocridad de la educación pública. Pareciera un contrasentido, verdad; pero es real. Los propios rectores en su inmensa mayoría no educan a sus hijos en el colegio en donde ellos son el faro del desarrollo educativo; los llevan a donde si es posible superar la mediocridad, el colegio privado.
Y si hay algo que causa profundo escozor al docente colombiano es que lo sometan a esquemas de evaluación. De hecho, es tal el poder del sindicato Fecode que se da el lujo de endosar los votos ante candidatos a presidente, como es el caso con Petro Orrego, que los hace intocables y, por el contrario, como pasa en el actual gobierno se les estimula a marchas constantes y se les valida cualquier pretexto para no dar clases, paralizando la oferta lectiva tan requerida por los estudiantes.
El sistema educativo colombiano está enfermo; podría decirse también que está maldito; si, no se ve una luz al final de túnel. A miles y miles de docentes no los conmueve nada; ni siquiera el dinero que generosamente es depositado en su cuenta. Pero ojo, ese no es el problema; estoy seguro de que ser docente es una linda labor de inestimable valor en el desarrollo humano. El lío sigue siendo la indiferencia del docente que no devuelve lo que recibe, privando a los estudiantes de una educación de calidad.








