Por: Johan Steed Ortiz Fernández
El Concejo de Neiva decidió eliminar la categoría de “mejor columna de opinión” del Premio Reynaldo Matiz Trujillo. Y aunque desde lo formal parezca un simple ajuste dentro de una convocatoria, en el fondo es una señal política, profunda y preocupante. No se trata solo de un cambio técnico; se trata del mensaje que se envía a la ciudadanía: que en Neiva se prefiere premiar lo cómodo y callar lo incómodo. O, dicho de otra forma; es mejor silenciar a quien hace crítica, que premiarlo.
Opinar, en tiempos donde reina la información conveniente y acomodada, es un acto de responsabilidad. Escribir desde la reflexión, la crítica y el análisis no es un capricho personal ni un ejercicio de vanidad. Es una forma de compromiso público. Por eso sorprende y decepciona que quienes están llamados a defender la pluralidad de ideas hayan optado por reducir los espacios donde ésta se expresa con mayor libertad.
Lo que más me sorprendió fue que el concejal Juan Diego Amaya, quien en otras ocasiones ha mostrado sensatez, estuviera de acuerdo con la eliminación, y que el concejal Humberto Perdomo la avalara. Más llamativo aún es que este retroceso haya sido respaldado por la administración municipal, a través de una Secretaria de Cultura que no es periodista, pero que representa a una gestión municipal a la que le incomoda abiertamente la crítica. Se siente más como una advertencia que como una política cultural.
Además, el argumento según el cual esta categoría había sido “coartada por actores políticos” no resiste el menor análisis. Basta con revisar las ediciones pasadas del premio para confirmar que quienes han participado y ganado en esta categoría, han sido reconocidos periodistas locales, no políticos. Esa afirmación no solo es falsa, sino que busca deslegitimar el ejercicio ciudadano de opinar con criterio, como si disentir fuera sinónimo de hacer campaña. Ese es el pretexto que utilizan muchos cuando se vuelven gobernantes cuando se les acaban los argumentos y no aceptan las críticas constructivas.
El concejal que presenta el proyecto de acuerdo, Juan Diego Amaya, justificó la decisión afirmando que “algunos periodistas” manifestaron dudas sobre si las columnas de opinión pueden considerarse parte del periodismo, especialmente cuando quienes las escriben también ejercen roles políticos. ¿Desde cuándo tener una visión política o cívica anula la posibilidad de opinar? ¿Luego la columna de opinión no es un género de periodismo? ¿Acaso el ejercicio del pensamiento crítico solo es válido cuando no molesta?
Es irónico que el premio lleve el nombre de Reynaldo Matiz Trujillo, quien durante décadas opinó, cuestionó y escribió desde la convicción, no desde la complacencia. ¿Qué sentido tiene rendir homenaje a un periodista de opinión eliminando precisamente el reconocimiento a ese género? Si lo que se busca es fortalecer el periodismo, ¿por qué se elimina una de sus formas más antiguas y necesarias: la columna? Y sobre todo, si el argumento que ellos usaron para justificar esta medida fuera válido, ¿por qué en otros premios reconocidos a nivel nacional, sigue vigente este género?
Y aclaró que no se trata de desmeritar las nuevas categorías creadas. Y tampoco estoy en contra de ellas. Todo lo contrario. Reconocer a jóvenes estudiantes y ampliar la bolsa de premios es un paso positivo. Pero eso no justifica que se haya cerrado la puerta a quienes, desde la academia, la ciudadanía o la política ejercen su derecho a escribir con argumentos, responsabilidad y firmeza. No se trata de quién escribe, sino de cómo y para qué escribe.
Excluir la categoría de opinión es excluir una forma legítima de construir democracia. Es insinuar que hay ideas que merecen reconocimiento y otras que deben mantenerse al margen. Y eso, más que una decisión técnica, es una decisión ideológica. Jamás escuché que el problema fuera el premio a la mejor columna, el problema era otro y la discusión debía centrarse a ello, pues muchos que llegan a esas corporaciones se equivocan pensando que deben hacer acuerdos municipales a su conveniencia y no al impacto general.
Y si al final el problema era que se presentaran al premio personas con aspiraciones políticas o políticos en ejercicio como yo, pues lo que debió hacerse era modificar los pliegos de la convocatoria y delimitar la participación de estas personas, para que al final el jurado calificador, porque hay que decirlo, los ganadores son escogidos por reconocidos periodistas del orden nacional, no terminen escogiendo a algún político como ganador.
Personalmente debo decir que hago esta columna de opinión no para participar de este premio. No tengo mayor interés en él, más que defender la libertad de expresión. Mi único interés por opinar, es generar conciencia sobre lo que ocurre en Neiva, el Huila y el país.
Por eso lamento esta decisión. Está claro con esto, que el poder teme por la palabra libre. Eso no es nuevo. Lo nuevo es que ahora, en lugar de censurar con fuerza, se censura con silencios y modificaciones que ha algunos concejales le parezca.
Pero aquí seguimos. Escribiendo sin trofeos ni indulgencias, porque opinar también es servir, porque un pueblo que deja de pensar, deja de avanzar.









