Diario del Huila

Cuando el viento de desunión anula la resonancia del caudillo

Nov 10, 2025

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Por: GERARDO ALDANA GARCÍA

El veredicto solemne de la historia, desde su incontrastable papel de maestro de sombras y augurios, nos susurra que todo pacto forjado con la prisa de la victoria lleva incrustada la semilla de su propia fractura. Hoy, sobre la tarima del Pacto Histórico, ya no se escucha la sinfonía coral de la épica de 2022, sino un murmullo discordante, un triste solo donde el ego personal parece haber desterrado al ideal colectivo, desdeñando la orquestal armonía impulsada como predicado temporal de líderes, socios políticos y seguidores de la izquierda en Colombia; en su lugar, una casa de papel ya siente la partida de la familia, en una clara amenaza de ruina de sus paredes, de sus cimientos electorales. Es el frío otoño de una coalición que, de frente al sol electoral de 2026, muestra heridas que, más que de guerra, son causadas por fuego amigo.

Se acerca el gran banquete de las urnas y, muchos, tal vez se preguntan: ¿qué vemos, sino un barco sin brújula en la tormenta? La estructura que debería ser el esqueleto de un movimiento en el poder se descubre como una frágil telaraña. Los partidos, recién fusionados, o peor aún, excluidos como Colombia Humana, vagan en una niebla de desorganización. No hay cimientos de cemento, solo arena movediza bajo cada precandidato. La mística fue un buen motor para la plaza, pero es una pésima arquitecta electoral para la república. La base se resquebraja porque el andamiaje nunca fue una prioridad.

Entre tanto, en el centro de este teatro, se alza una figura tutelar, necesaria y, a la vez, el talón de Aquiles de este proyecto: Gustavo Petro. Es el sol que ilumina, pero cuya luz es tan intensa que ha cegado el liderazgo a su alrededor. El Pacto, en esencia, es la sombra de un único Caudillo que arrastra con su carisma la carroza de todos. Cuando el carro se detiene o el Caudillo se distrae, el resto de los notables se confunde, buscando la orden en el aire o la señal en las redes sociales. El movimiento, por ende, carece de la pluralidad de espadas que necesita un proyecto de largo aliento. La figura de Cepeda, ganador de la consulta, emerge como un sucesor, sí, pero bajo la sombra omnipresente del fundador.

De forma recurrente se observa en las toldas del emblemático Pacto Histórico, el sacrificio incómodo de precandidatos y soñadores del poder, en medio de una pugna de espejos tras la búsqueda de saber quién se ve mejor; en primer lugar, frente a Petro, y luego, frente a los electores. El idealismo es una hermosa bandera, pero cuando llega la hora de izarla, los líderes afectos al Pacto se encuentran en un doloroso dilema: el interés personal frente al interés histórico. La renuncia de Daniel Quintero a la consulta, alegando cambios de reglas, se percibe de forma diáfana como un gesto que evidencia que la unidad es un bello poema, hasta que toca poner el nombre propio en el renglón de atrás. El sacrificio, esa virtud cardinal de los movimientos transformadores, se ha vuelto una mercancía escasa. Las cuotas de poder, las listas al Senado (ganadas por voces como Patricia Caicedo, cerca de Fuerza Ciudadana, superando a todas las mujeres de la base de las simpatizantes del Presidente Petro), y las aspiraciones legítimas de cada clan, pesan más que el propósito supremo. El espejo devuelve la imagen de muchos jefes y pocos soldados, donde cada uno teme ceder un ápice de su parcela.

Al movimiento político de Petro que, junto con aliados y fe esperanzada de millones de colombianos, superó los once millones de votos en 2022, muestra los síntomas de una peste silenciosa en donde los ecos del fuego amigo, son una poderosa causa. Este fuego amigo puede ser el veneno más sutil y recurrente. No es la oposición quien hoy más hiere al Pacto, sino su propia mano que se vuelve puñal. Es la peste silenciosa que corroe la confianza. Recordemos las tensiones previas, con figuras como Carolina Corcho y Gustavo Bolívar, que en su momento defendían aspiraciones distintas, o el mismo Daniel Quintero saliendo de la contienda con un portazo de controversia. Las acusaciones de presunto «fraude» dentro de la consulta, aunque sean un ‘leitmotiv’ cultural en nuestra política, dejan una mácula en el rostro de la transparencia. Este autosabotaje constante no solo debilita la moral interna, sino que le entrega munición fina a la oposición, sin que esta tenga que gastar una sola bala.

Es muy seguro que, pese a todos estos ineluctables ruidos que menguan a diario la confianza del electorado colombiano, la cauda electoral de Petro y la izquierda se conserve en la cantidad que el pensamiento socialista – comunista, venía teniendo antes del fenómeno Petro y luego de este (con la curva en caída); tal vez, tres o cuatro millones de votantes, lo que, claramente no le dará para ganar las elecciones en 2026, pero si para inclinar la balanza del virtual ganador; seguramente, la centro derecha.

La coalición que soñó con ser histórica corre el riesgo de ser solo una efímera anécdota si no cose la herida que ella misma se inflige. Solo el tiempo dirá si la mística del Caudillo podrá, una vez más, tapar las grietas de una estructura que se desmorona por el peso de sus propias ambiciones y desórdenes.

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