Ruber Bustos Ramírez
Yo no soy experto en clima, ni en política, pero llevo años trabajando la tierra, viendo cómo cambian las estaciones, cómo se comporta el invierno. Y desde hace meses se venía hablando de que este año las lluvias iban a pegar duro. No era ningún secreto. Entonces uno se pregunta: si ya sabíamos que esto iba a pasar, ¿por qué no se tomaron medidas a tiempo?
Hoy vemos veredas enteras incomunicadas, carreteras tapadas por derrumbes, campesinos que no pueden sacar sus productos, casas en riesgo, familias desplazadas. Y otra vez estamos en lo mismo: esperando que alguien venga, que algún funcionario llegue con una solución. Pero no llega. O llega tarde, cuando ya se perdió todo.
Yo no vengo a hacer politiquería. Lo que digo lo digo con el dolor de quien ha visto cómo su trabajo se lo lleva el agua. La verdad es que a nosotros, los del campo, siempre nos toca remar con lo que hay. Y cuando hay emergencias, lo primero que escuchamos son explicaciones, reportes, balances… pero pocas veces vemos acciones concretas y oportunas.
Desde la Gobernación del Huila han informado sobre la situación. Han salido a dar datos, a contar lo que está pasando. Y está bien, es su deber informar. Pero también era su deber haberse anticipado. Sabían que mayo y junio venían con lluvias fuertes. Y aún así, muchas zonas quedaron sin preparación, sin maquinaria, sin un plan claro de respuesta. Eso es lo que duele.
Y mientras tanto, desde el Gobierno Nacional el enfoque parece estar en otros temas. El presidente habla más de complots, de ataques, de enemigos imaginarios, que de los problemas reales que tiene la gente. ¿En qué momento se volvió normal que un presidente ignore a los campesinos que lo eligieron, que no hable de lo que estamos viviendo?
A veces también hay quien quiere echarle la culpa a la Federación de Cafeteros por el estado de las vías o por los desastres naturales. Pero eso no es justo, además uno no le puede pedir a la misma vaca y al mismo tiempo: leche y carne. La Federación fue creada con una función clara: garantizar la compra del café, prestar asistencia técnica, promocionar el producto y apoyar la investigación cafetera. No es una entidad de infraestructura, ni de emergencias. Para eso están los gobiernos.
Como campesinos, no pedimos milagros. Pero sí pedimos responsabilidad. Que se nos escuche antes, no después. Que los gobiernos, tanto el nacional como el departamental, actúen con anticipación y no solo cuando ya hay tragedia. Porque si algo ha quedado claro, es que estas emergencias no fueron sorpresivas. Fueron anunciadas. Y aún así, nos volvieron a coger mal parados.
Es hora de cambiar eso. Es hora de dejar de normalizar la improvisación. Necesitamos presencia real, planificación y compromiso. El campo no puede seguir esperando a que otros decidan cuándo es importante.








