Diario del Huila

¿Cómo salimos del abismo de la violencia?

Ago 19, 2025

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Por Alfredo Vargas Ortiz
Abogado y docente de la Universidad Surcolombiana
Doctor en Derecho, Universidad Nacional de Colombia

Colombia vuelve a manchar su historia con sangre. El asesinato del joven dirigente político Miguel Uribe Turbay no es un hecho aislado: es el séptimo magnicidio de un candidato presidencial en los últimos dos siglos. Cada bala que apaga una voz política nos recuerda que en este país ejercer liderazgo sigue siendo una sentencia de muerte.

La violencia en Colombia no es un accidente: es una herida abierta que nunca ha cicatrizado. Quienes vivimos los años ochenta, noventa y dos mil sabemos que no hemos salido del túnel del terror. Hemos normalizado una cultura mafiosa, atajista, intolerante y violenta que atraviesa todos los estratos sociales. La del colombiano que mata —y se deja matar— por un patrón, por un equipo de fútbol, por un celular o por un insulto; del que convierte a Pablo Escobar en estampilla, camiseta o mito, y repite sin pudor: “Conseguir platica horadamente, y si no poder horadamente, conseguí platica”, termina siendo la consigna que mueve a jóvenes que se baten entre la vida y la muerte cada día.

Con este panorama, la pregunta es inevitable: ¿hacia dónde vamos? Las elecciones se acercan y los atentados contra dirigentes políticos —como el sufrido por el representante Julio César Triana en el Huila— dejan claro que no existen garantías reales para la participación.

Si queremos evitar que Colombia siga cayendo en este abismo, debemos actuar en tres frentes urgentes:

  1. Una movilización nacional por la paz. La guerra solo beneficia a los de arriba. Los de abajo —campesinos, soldados, policías, jóvenes, mujeres, ancianos— siempre pierden: pierden la vida, pierden sus bienes, pierden la tranquilidad. Exigir el diálogo con todos los actores armados es un deber ciudadano, no un favor político.
  2. Reformas sociales profundas. La pobreza extrema que asfixia a barrios periféricos y zonas rurales es la cantera de la violencia. Jóvenes sin oportunidades caen fácilmente en las redes de grupos ilegales. Sin educación, empleo digno y presencia estatal, cualquier discurso de paz será letra muerta.
  3. Un pacto nacional de convivencia. No podemos seguir viéndonos como enemigos irreconciliables: uribistas contra petristas, derecha contra izquierda. Tengo un tío uribista, militar retirado, a quien amo y respeto por su integridad. Tengo amigos petristas que me inspiran por su compromiso social. Ninguna ideología justifica romper lazos de afecto o cerrar espacios de diálogo.

Colombia es un país inmenso en belleza y diversidad, pero sigue atrapado en una guerra que no ha elegido. Merecemos un futuro en el que la vida no sea una moneda de cambio. Ese futuro no llegará por inercia: exige que lo construyamos juntos, cada día, con acciones pequeñas y grandes, con respeto y con amor por esta tierra. Colombia merece la oportunidad de ser ese país en donde florecen los sueños de todos. Porque si algo está claro, es que nadie nos va a salvar si no nos salvamos nosotros mismos, tal como lo dijó Jaime Garzón.

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