Colombia ostenta un récord preocupante en la región: es el país latinoamericano con mayor proporción de hogares viviendo en arriendo. Según el informe Situación Inmobiliaria 2025 de BBVA Research, basado en cifras del Dane y GrowthLab, un 40% de los hogares colombianos alquila su vivienda, casi el doble del promedio regional (21%). Este fenómeno marca un cambio estructural en la manera en que los colombianos habitan y cuestiona la tradicional aspiración de la casa propia, que por décadas fue símbolo de estabilidad y progreso.
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El aumento sostenido de arrendatarios no es casualidad. Entre 2000 y 2025, en Colombia se habrán formado 9,1 millones de nuevos hogares, pero en ese mismo lapso solo se construyeron 9 millones de viviendas, de las cuales apenas 5,9 millones son consideradas formales. Esta brecha ha dejado a miles de familias sin opciones habitacionales adecuadas, forzándolas a alquilar o recurrir a alternativas informales. La creciente urbanización, además, ha incrementado la presión sobre la vivienda. “La migración hacia las ciudades ha hecho que el arriendo se convierta en la opción más accesible, ante el alto costo de la tierra y la construcción”, explicó Mario Ramírez, presidente de Fedelonjas.
En las principales ciudades, como Bogotá, Medellín y Cali, donde el precio del metro cuadrado continúa en alza, el arriendo ha dejado de ser una opción temporal para convertirse en la norma para millones. Aunque la falta de acceso a crédito hipotecario es un factor decisivo, también hay un cambio cultural detrás de esta tendencia. “Muchos jóvenes hoy prefieren arrendar porque buscan movilidad y flexibilidad laboral, y no ven la compra de vivienda como una prioridad inmediata”, afirmó Ramírez. La Encuesta Nacional de Calidad de Vida del Dane confirmó que, desde 2022, el número de hogares arrendatarios (7,3 millones) ya supera al de propietarios (7,1 millones).
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No obstante, la tendencia tiene un rostro desigual. El 88,45% de quienes arriendan pertenecen a los estratos 1, 2 y 3, lo que confirma la estrecha relación entre bajos ingresos y la imposibilidad de acceder a vivienda propia. Aunque las tasas de interés han disminuido, el crédito hipotecario sigue siendo inaccesible para millones, mientras los precios de los inmuebles no dejan de subir. El modelo habitacional colombiano, antes dominado por la propiedad, enfrenta así un cambio profundo y un desafío mayúsculo: garantizar vivienda digna y accesible en un país donde alquilar se ha convertido, para casi la mitad de la población, en la única opción real.
