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Colegio Simón Bolívar: 50 años y una irreverencia

Nov 29, 2025

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AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO

Hace 50 años, el Colegio Nacional Simón Bolívar por intermedio del Alcalde Municipal, me hizo entrega del Diploma de Bachiller, en el evento realizado para ese año en el Teatro Alcázar, con un lleno total, como se acostumbra en estos actos y se oficializa la terminación de clases dentro del proceso formativo de la vida. Al tomar el cartón, procedí a enrollarlo y meterlo en el bolsillo trasero de mi pantalón, con la irreverencia propia de mi juventud que no la he perdido, y sin saludar a los integrantes de la mesa principal, me retiré del recinto, con el aplauso por un grupo de amigos allí presentes. Con mi actitud demostraba mi enfado y mi angustia, por cuanto, si bien es cierto que hacía parte de una lista de alumnos que serían expulsados ese año del centro educativo, dicho número se redujo, cuando se conoció el hecho de que había alcanzado un cupo para la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Sin embargo, en dicha lista quedó incluido mi hermano Ricardo y un grupo de jóvenes que no merecían ese castigo y por tanto, eran víctimas de una persecución y segregación ideológica la que se proyectó y quizá se repitió en muchos establecimientos educativos, cuando como en nuestro caso, hemos sido contestatarios, irreverentes y nos cuestionamos los métodos como se forma al ser humano, desde una academia acartonada por la ritualidad y el imperio de la fuerza.

Eran “Los maravillosos años de la juventud, de la irreverencia, del conocimiento de los libros, la biblioteca, la casa del Loco Cerón, del Teatro Alcázar y de tantas otras cosas que en realidad fueron como la esencia de ese vivir”, a decir de mi hermano Ricardo.

Esta referencia contrastada con el hecho de que desde el hogar, supimos aprovechar el tiempo en familia: dedicarnos a la lectura, a la investigación personal y cuando iniciamos nuestros estudios de bachillerato, ya habíamos incursionado en la filosofía, la literatura y muchos textos de cultura general que, habían sido abrevados con entusiasmo en grupos de lectura que no era usual en nuestro medio y por consiguiente rompía los esquemas del pensamiento que se cernía sobre la educación en este municipio, todo ello nos permitió participar con ideas y con proyectos para el bienestar social de quienes compartían nuestra vocación.

Esa día de grado, cuando cerca de la media noche deambulaba frente del Colegio Nacional Simón Bolívar, me encontré con el profesor Antonio Navarro Riveros, quien al cuestionarme por mi actitud y por mi presencia en ese lugar, me limité a decirle que hacía varias horas me encontraba sentado departiendo en soledad con la Pola (que muchos aún siguen considerando que es la imagen de una virgen) en la piedra central del parque de Nazareth, reflexionando sobre los acontecimientos del ser, las reivindicaciones sociales respecto a sentido de la vida y de la muerte, y solo atinó a responder, que cuando él había terminado su bachillerato, se había refugiado en un lugar algo así como una cantina o un burdel a escuchar la música de sus afectos en su tierra natal.

Es de evocar cómo nuestro paso por el Colegio Nacional Simón Bolívar, estuvo matizada por el hecho de que siempre compartimos con estudiantes de los cursos avanzados, los acompañé quizá por mi experticia en el manejo de la máquina de escribir, para elaborar y picar los esténciles con los que se mimeografiaban los periódicos escolares que se publicaron siempre con la venia de las directivas del establecimiento, hasta cuando en 1975, siendo el protagonista de esa historia, se me ocurrió editar el periódico escolar CUATROTABLAS, sin rendirle pleitesía y sin pedirle permiso a nadie, el cual fue motor y base angular de todo un proceso histórico que en gestión cultural aún conservo y que hace parte de una historia de literatura, de vida, de amor y de lucha por el hombre.

Quisiera a su vez, evocar cómo en 1975, tuvimos la fortuna de organizar una semana cultural con la presencia de Pablus Gallinazo, del escritor José Puben, de Walter Céspedes el estudiante de Derecho de la Universidad Libre, del cineasta Carlos Álvarez, y otros intelectuales que realmente nos dieron aliento y esperanzas de lo que es este ejercicio de vivir en el amor, para el amor y por el amor. Hoy esta evocación es una forma de reivindicar un hecho, una vida, una época que cambia y que tiene que cambiar, reconociendo en el educando la posibilidad de ser con el educador, un solo proyecto, un solo camino, un solo fin.

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