Por: EDWIN FERNANDO PISSO ESCALANTE
Las fuertes precipitaciones que han azotado esta zona del país al finalizar el 2024 y dar la bienvenida al 2025 han generado un escenario impredecible y desafiante para sus habitantes. Los deslizamientos de tierra, las inundaciones repentinas y las crecientes súbitas han dejado a su paso un rastro de destrucción, con viviendas arrasadas, vías bloqueadas, daños a la red eléctrica y lamentables pérdidas humanas. Este fenómeno natural ha golpeado duramente a la región, afectando no solo la infraestructura y la seguridad de la población, sino también teniendo un impacto significativo en la economía local, especialmente en el sector agrícola.
Es crucial abordar con seriedad y urgencia las consecuencias de estas fuertes lluvias, ya que las mismas representan un desafío importante para diversos sectores de la sociedad. La agricultura, pilar fundamental de la economía en muchas regiones, se ve gravemente afectada por estos eventos climáticos extremos. Las labores agrícolas se vuelven más complicadas y riesgosas, poniendo en peligro las futuras cosechas y generando incertidumbre en los productores y trabajadores del campo.
La imprevisibilidad del clima y la intensidad de las lluvias desestabilizan la producción agrícola, afectando no solo la cantidad, sino también la calidad de los cultivos. Los cultivos pueden ser dañados o destruidos por el exceso de humedad en el suelo, lo que conlleva a pérdidas económicas significativas para los agricultores. Además, las inundaciones y deslizamientos de tierra pueden arrasar con infraestructuras como invernaderos, sistemas de riego y herramientas agrícolas, dificultando aún más la recuperación del sector. Ante este panorama adverso, es imprescindible que se implementen medidas de prevención y adaptación para mitigar los impactos negativos de las fuertes precipitaciones en la agricultura. Los agricultores deben contar con asesoramiento técnico especializado para tomar decisiones informadas sobre el manejo de sus cultivos en condiciones climáticas extremas. Asimismo, es necesario fortalecer la infraestructura agrícola, construyendo sistemas de drenaje eficientes y estructuras de protección contra inundaciones. Además, es fundamental fomentar prácticas agrícolas sostenibles y resistentes al cambio climático, que permitan a los productores adaptarse de manera efectiva a las variaciones del clima. La diversificación de cultivos, el uso de técnicas de conservación de suelos y agua, y la implementación de sistemas de alerta temprana son estrategias clave para garantizar la seguridad alimentaria y la sostenibilidad del sector agrícola en medio de condiciones climáticas adversas.
Es crucial que tanto las autoridades gubernamentales como las organizaciones agrícolas y la sociedad en su conjunto se unan en un esfuerzo coordinado para enfrentar los desafíos que plantea el cambio climático en la agricultura. La inversión en investigación y desarrollo de tecnologías agrícolas innovadoras, la promoción de políticas de gestión del riesgo climático y la sensibilización sobre la importancia de la resiliencia climática en el sector agrícola son acciones clave para garantizar la seguridad alimentaria y el bienestar de las comunidades rurales.
En estos momentos de crisis climática, es fundamental mostrar solidaridad y apoyo a los agricultores que se ven afectados por las fuertes precipitaciones. La colaboración entre todos los actores involucrados es esencial para superar los desafíos presentes y construir un futuro más sostenible y resiliente para la agricultura y para la sociedad en su conjunto. Juntos, podremos enfrentar las adversidades climáticas y trabajar hacia un desarrollo agrícola sustentable y equitativo.








