Un episodio vivido en la niñez por José Eustasio Rivera Salas y su posible relación con una hipótesis planteada por un médico psiquiatra al conmemorarse los 74 años del fallecimiento del novelista y poeta, podría contribuir a dilucidar si, en lugar de paludismo, fue la cisticercosis la enfermedad que lo llevó a la muerte.
DIARIO DEL HUILA, ESPECIALES
Por: Marta Eugenia López Bedoya
En la conmemoración del nacimiento de José Eustasio Rivera Salas, hace137 años, las incógnitas sobre el lugar donde vio por primera vez la luz y la enfermedad que le causó la muerte a sus 40 años y nueves meses, siguen vigentes.
El 27 de noviembre de 1928, cuatro días antes de morir, fue internado en el Hospital Policlínico de Nueva York, ciudad a la que viajó en abril del mismo año, sintiéndose alentado. Desde el amanecer del 23 del mismo mes, un dolor de cabeza y malestar general, le hicieron pensar en una nueva crisis.
-Estoy muy enfermo, temo que el mal que me ha molestado siempre, quiera reaparecer y me enferme- le dijo a Carlos Puyo, organizador de la cena de despedida al piloto colombiano Benjamín Méndez Rey, a la que llegó ese día tarde. -Me siento mal – repitió después de excusarse.
Entre alentado y enfermo pasó los siguientes días, pero el 27, el médico colombiano Eduardo Hurtado, llamado de urgencia desde su apartamento, lo encontró en una condición lamentable: tenía un lado de la cara paralizado, la boca desviada por completo y un ojo cerrado. No hablaba, ni reconocía a nadie y su respiración era estertórea.
En el Hospital Policlínico, donde fue internado, una junta médica de especialistas en neurología y medicina interna, le ordenó exámenes. Rivera padecía altas fiebres, estupor, inconciencia, convulsiones y hemiplejía y no las soportó: el primero de diciembre falleció. El hospital consignó: “Causa del fallecimiento desconocida” y en el certificado de defunción: hipoplejía como causa primara y malaria como causa secundaria.
Un día después, el Tiempo informó que el poeta había muerto por causa de “una extraña enfermedad”. Hubo quienes hablaran entonces de un posible envenenamiento puesto que para algunos no era conveniente que publicara “La Mancha Negra” o “La Mancha de Aceite”, su próxima novela, cuyo borrador desapareció misteriosamente tras su muerte.
En 1951 en carta a Eduardo Neale Silva, biógrafo de Rivera, el médico Hurtado reiteró el diagnóstico:“… muy probablemente se trataba de un coágulo malárico o una hemorragia cerebral de origen malárico”. Se sabía entonces que la malaria o paludismo, enfermedad parasitaria, es causada por un Plasmodium, que se transmite entre humanos por un mosquito infectado. El mismo José Eustasio creía que la había adquirido en un viaje a los Llanos Orientales.
En 1947, al analizar la historia clínica, los médicos A.L Tatum y F. Rasmussen Jr. -profesores de la Universidad de Winsconsin-, descartaron que se debiera al paludismo o malaria y sugirieron que pudo haber sido por causa de un absceso cerebral, meningitis tuberculosa, encefalitis a virus o un accidente vascular del cerebro “poco probable”, esta última.

En 2002, al conmemorarse los 74 años del fallecimiento de Rivera, en el artículo «Algo más sobre la enfermedad y muerte de José Eustasio Rivera», – Revista de la Academia Nacional de Medicina Vol. 24 No. 3 – diciembre 2002 – el médico psiquiatra boyacense Humberto Rosselli Quijano también dudó del diagnóstico: no hubo autopsia ni se hizo un tratamiento etiológico adecuado, dado que esta vez la crisis solo le duró una semana.
Teniendo claro que hacer un diagnóstico retrospectivo en ausencia de una persona y sin las ayudas clínicas de hoy es una aventura, con base en la frecuencia y difusión de enfermedades presentes en el medio ambiente colombiano establecidas por el médico Alejandro Jiménez Arango, Roselli planteó -a manera de hipótesis y como ejercicio académico-, que Rivera pudo haber padecido paludismo cerebral, enfermedad que produce daño cerebral y puede provocar convulsiones y coma.
En segundo lugar, entre otras enfermedades presentes en el país causadas por parasitosis y micosis del sistema nervioso central, pensó en la cisticercosis cerebral, la más extendida “tal vez” después del paludismo, causa frecuente de convulsiones y de muerte.
Un estudio publicado en 2005 por el médico Jesús Ramírez – Bermúdez del Departamento de Investigación Clínica del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía de México, sobre las manifestaciones neuropsiquiátricas de la cisticercosis cerebral, indica que esta enfermedad aún no descrita en Colombia en 1928, que afecta con frecuencia al Sistema Nervioso Central, “es causada por el estado larvario del cestodo Taenia solium cuando el ser humano se convierte en el huésped intermediario del parásito”. Se refiere al parásito conocido popularmente como tenia o solitaria, que afirmó se contrae por la ingesta o consumo de agua contaminada con los huevecillos del mismo parásito y por contaminación ano – mano – boca, en individuos portadores del cestodo, con autoinfección o hetero infección.
Al afirmar que en Colombia probablemente el primero en mencionar la cisticercosis fue el doctor Rafael Barberi Cualla en un artículo publicado en 1931, Roselli destaca que en esa época “la sola clínica no podía ser muy precisa para determinar un diagnóstico diferencial entre malaria o paludismo cerebral y neurocisticercosis”.

Al analizar sus manifestaciones, concluyó que tanto el paludismo como la cisticercosis “pueden cursar en forma aguda, convulsiva y con frecuencia fatal” y que, en el caso del paludismo cerebral y en otras parasitosis y micosis particularmente en los períodos iniciales de la invasión cisticercósica “se pueden presentar cuadros encefalíticos agudos o subagudos”.
Retomando lo dicho por su colega Jiménez Arango, afirmó que “Todos estos procesos patológicos son altamente convulsivógenos siendo más frecuentes en ellos “las crisis tónico-crónicas generalizadas que las de carácter focal».
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Roselli recordó que, en 1921, los médicos Hilario Cuenca y Jorge Alvarado quienes atendieron a Rivera en Purificación, indicaron en su informe que el estado convulsivo le duró varios días.
En un análisis de estudios realizados por otros especialistas encontró que, aun cuando en ocasiones el paludismo cerebral comienza en forma progresiva en el curso de un absceso palúdico, ese comienzo puede ser muy abrupto: “Hay rápida depresión del nivel de conciencia con progresión al estupor y al coma, según el grado de edema cerebral”. De no ser tratado puede ser mortal en 24 a 72 horas mientras que con terapia oportuna puede haber una completa recuperación.
En cuanto a la cisticercosis mencionó que los estudios del médico Gabriel Toro y colaboradores, señalan que esta se puede presentar como una enfermedad aguda o subaguda … y en relación con la evolución y pronóstico estos indican que “… puede causar síndromes convulsivos focales o generalizados, sin otra manifestación o acompañados de hipertensión endo-craneana o de signos de compromiso hemisférico”. En al menos el 25% de los casos el proceso no es sintomático y el cisticerco es hallazgo ocasional a la autopsia.
Según la propia familia de Rivera, la extraña enfermedad que lo atacó durante varios años hasta causarle la muerte, comenzó a manifestársele en 1909, a sus 21 años de edad, cuando cursaba estudios en la Normal de Institutores de Bogotá.
Detenido ese año en una marcha en contra el gobierno nacional y liberado tres días después, “pasó horas amargas”, le informaron algunos compañeros al biógrafo. Vagó varios días como sonámbulo por los alrededores del mercado… a tal punto que hubo quienes pensaron que estaba realmente enfermo y “hasta un poco malo de la cabeza”.
En una reciente re-lectura de “Horizonte Humano”, biografía de José Eustasio Rivera, un episodio relatado en la página 26 por Neale Silva sobre los años de infancia de Rivera en las montañas de Aguas Calientes, llama la atención sobre la que sería probable y realmente la primera crisis de salud sufrida por “Tacho”.
Retomando lo dicho por sus hermanas, el biógrafo escribió: “Desde los primeros años, los ruidos de la naturaleza fueron para el niño un misterioso mensaje cósmico. …Sus correrías le llevaban a veces a parajes desconocidos … siempre en busca de algo nuevo. En una de esas salidas, después de comer frutas silvestres, bebió aguas cenagosas que le acarrearon una fiebre altísima. La naturaleza, tan amable y risueña hasta entonces, le dio la primera mordida. Esta enfermedad, la única de su infancia, le hizo escarmentar. Comenzó entonces un largo aprendizaje de medidas preventivas…”.
Quizás por desconocimiento u olvido, ni el propio José Eustasio, ni sus familiares, ni amigos, ni los médicos que lo trataron, mencionan este episodio como posible origen de la enfermedad que lo atacó varias veces y le causó la muerte.
El estupor, el coma y las convulsiones manifiestas en su recaída en Nueva York, indujeron a Roselli a sospechar que se debían a la misma enfermedad que atacó al poeta en diferentes épocas, razón por la cual dedujo que la enfermedad que padecía el novelista y poeta tuvo una evolución intermitente de diez años, con intervalos aparentemente asintomáticos hasta de siete años.

PPT: Tuve el honor de conocer al doctor Humberto Roselli Quijano: fui su alumno en la Universidad Nacional y compartimos ya como profesional, siendo él profesor y director del área sicosocial de la Universidad del Bosque.
Su concepto no es descabellado: toma fuerza si aplicamos la epidemiología moderna y hacemos una Unidad de análisis, como se llama ahora en los programas de vigilancia epidemiológica y de salud pública, en seguimiento a los casos de mortalidad de los llamados Eventos de Interés en Salud Pública – EISP – normados por el gobierno nacional.
Dentro de este proceso se desarrolla una Investigación Epidemiológica de Campo -IEC-, incluida una visita a la residencia de quien ha padecido el evento, entrevista con su familia, vecinos, toma de muestras, revisión de antecedentes, estudio de casos similares en la región, además de revisar las historias clínicas, las atenciones anteriores, los tratamientos, en fin: no se deja nada sin revisar. Lo hecho con José Eustasio Rivera luego de su fallecimiento, contempla muchas de esas acciones. Hasta ahora es lo que conocemos y revisamos.
La IEC en Aguas Calientes, hoy termales y su área de influencia, habría arrojado la existencia de criaderos de cerdos, “marraneras”, muy frecuentes aún en el Huila y anteriormente en el Tolima grande, como producto principal de consumo en las fiestas de San Juan y San Pedro; también el poco manejo de aguas residuales o aguas servidas y la carencia o deficiencia de agua potable, como persiste hoy.
Lo anterior se relaciona entonces con la historia natural de la enfermedad. Hoy gracias al internet, redes sociales y a la Inteligencia Artificial es fácil encontrar información al respecto: “Una persona se contagia de neurocisticercosis mediante la ingesta de huevos microscópicos que se encuentran en las heces de una persona que tiene una solitaria intestinal. Por ejemplo, una persona ingiere carne de cerdo infestada, mal cocinada y fácilmente puede contraer una infección de la solitaria en los intestinos”.
Como lo afirma el doctor Diego Roselli, primo de Humberto, también investigador de la Neuro-cisticercosis, dice en el artículo “La neurocisticercosis en Colombia: otra enfermedad desatendida”, publicado en el Acta Neurológica de Colombia – Volumen 39 No. 1 Bogotá – junio a marzo de 2003: “La pobreza y la vulnerabilidad social crean el perfecto escenario para la neurocisticercosis. …En la mayoría de poblaciones de bajos o medianos ingresos (con excepción de la musulmana) los cerdos son criados con fines de consumo, muchas veces en pobres condiciones de higiene. Y ahí se inicia el ciclo de la invasión de la larva de la Taenia solium al sistema nervioso central -SNC-“.
2. Cumplidos 137 años del nacimiento de JE Rivera y 97 años de su deceso ¿es posible determinar a través de la exhumación la causa de su muerte?
PPT: Hablando con el doctor Alberto Tejada, médico especialista forense de Neiva, concluimos que es muy difícil encontrar calcificaciones cerebrales de cisticerco, que es como se presenta la patología cuando ha colonizado el sistema nervioso central. Los tejidos terminan destruyéndose totalmente y muchos más tejidos blandos como el cerebro y los órganos blandos. Son excepción los cuerpos momificados en los que, si se han podido detecta parásitos, entre otros, la tenia, tuberculosis, cáncer, osteoporosis, desnutrición y traumas, como demuestran estudios en Egipto. Como reflexión final: No sabemos como están los restos de José Eustasio; no hay datos sobre posterior exhumación luego de que sus restos reposaran en el Cementerio Central de Bogotá. Sería importante intentarlo e investigar sus restos con técnicas modernas, si sus familiares lo autorizan.
3. ¿Estaría dispuesta la Academia Huilense de Historia a apoyar ese proceso con el fin de resolver definitivamente esa incógnita?
Sí, claro que sí, la Academia de Historia estaría interesada en continuar con los procesos que sean necesarios para bien de la preservación de la memoria.

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