Diario del Huila

Cincuenta y uno: la vida en voz baja

Jul 17, 2025

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Por:

Adonis Tupac Ramírez Cuellar

Hoy cumplo 51 años.
No lo celebro con estruendo. Lo celebro en voz baja. Como se celebra lo que duele y al mismo tiempo salva. Como se honra una canción que ya no necesita coro, porque su melodía habita en la piel.

Cumplir 51 no es llegar. Es persistir. Es mirar hacia atrás sin nostalgia paralizante y hacia adelante sin prisa. Es aprender a vivir en la pendiente suave del tiempo, donde uno deja de perseguir certezas y empieza a acompañarse con preguntas más humanas.

He sido cirujano por más de media vida. He abierto cuellos buscando tumores, he enfrentado hemorragias como quien discute con el destino, y he salido de quirófanos con el alma exhausta pero firme. A los 30 quería salvar el mundo. A los 51 quiero salvar lo que queda vivo en mí después de cada procedimiento, después de cada despedida, después de cada historia que me contaron pacientes que ya no están.

Porque esta profesión te enseña a envejecer distinto. Aquí uno no cuenta los años por títulos, sino por miradas. Por las veces que acompañaste a alguien en su última respiración,
por las manos que apretaste sin hablar, por las palabras que no dijiste para no romper la esperanza.

Hoy celebro la vida, pero no la que aparece en las fotos. Celebro la vida en los pasillos, en las madrugadas frías, en los cafés fríos de hospital. Celebro la vida cuando logro dormir con la conciencia tranquila y despertar sin rencores.

También celebro a los míos. A quienes han creído en mí incluso cuando yo no lo hacía.
A quienes me acompañaron en los momentos de ruptura y silencio. A quienes me esperaron cuando yo no sabía cómo volver. A mi cuerpo, que sigue respondiendo al entrenamiento, a los excesos y a los cuidados. A mi voz, que aún sirve para enseñar, escribir, consolar o callar cuando es necesario.

A los 51 ya no quiero tener razón. Quiero tener compasión. Ya no quiero correr. Quiero sostener. Ya no me interesa ganar aplausos. Me basta con mirar atrás y no sentirme traidor de mí mismo.

Sigo escribiendo porque las palabras también operan. Sigo leyendo poesía porque me recuerda lo que la medicina a veces olvida: que el alma también necesita sutura.

Gracias, vida. Por las arrugas, las heridas y los nuevos comienzos. Cumplí 51. Y sigo.
Sin urgencia. Sin miedo. Sin dejar de asombrarme.

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