Ruber Bustos
Como caficultor, federado y representante de miles de familias que vivimos del café, no puedo ocultar el orgullo que sentí cuando supe que Colombia fue elegida sede del Consejo Internacional del Café (CIC) en 2027. Este no es un simple anuncio; es el reconocimiento mundial al trabajo, la constancia y la transformación que hemos logrado en el campo colombiano.
Este logro me llena de esperanza porque refleja que no estamos solos. Que nuestro modelo de caficultura sostenible, responsable y de alta calidad es ejemplo para el mundo. Haber sido escogidos entre tantos países muestra que lo que hacemos día a día –desde la finca, con nuestras manos, bajo el sol y la lluvia– tiene impacto global.
Desde la Federación Nacional de Cafeteros, con el liderazgo del gerente Germán Bahamón y el apoyo de instituciones como Cenicafé, hemos avanzado muchísimo. Hoy producimos mejor café, con ciencia, tecnología y conciencia ambiental. Y lo más importante: seguimos mejorando para dejarles a nuestros hijos un futuro digno.
Además, en el 2027, cuando los 75 países miembros de la Organización Internacional del Café se reúnan en nuestra tierra, podremos mostrar cómo la caficultura colombiana se ha adaptado al cambio climático, ha incorporado a más mujeres productoras, ha defendido los bosques y ha llevado el nombre de Colombia en alto con cada grano exportado.
Para mí, este evento será una vitrina, pero también una gran responsabilidad. Vamos a abrir las puertas de nuestras regiones, nuestras fincas y nuestros corazones para enseñar cómo se cultiva café con pasión, con respeto por la tierra y con un compromiso firme por la calidad de vida del productor.
Y si algo me emociona aún más, es el anuncio de que, en ese mismo año, Cenicafé lanzará una nueva variedad de café adaptada a zonas bajas, resistente a plagas y con mejor rendimiento. Eso significa más oportunidades para familias que hoy enfrentan desafíos por el cambio climático.
Este no es un triunfo solo de la Federación, ni de los líderes. Es un logro colectivo de todos los que sembramos, cosechamos y vivimos del café. De los que creemos que desde el campo también se puede cambiar el mundo.
Hoy más que nunca, me siento orgulloso de ser cafetero colombiano. Y estoy convencido de que el CIC 2027 será la oportunidad perfecta para mostrarle al mundo que el futuro del café se cultiva aquí, en nuestras montañas, en nuestras manos, y en nuestra historia.
