Ruber Bustos
A veces, los momentos más duros nos recuerdan el verdadero tamaño de una persona. Hoy, como representante ante el Comité Directivo y el Comité Nacional de la Federación Nacional de Cafeteros, escribo con el corazón apretado por la partida de un colega, un líder, pero, sobre todo, un hombre íntegro: el Dr. Camilo Restrepo Osorio.
Camilo no fue solo un cafetero con más de cuarenta años al servicio del gremio; fue una voz firme, muchas veces incómoda, pero siempre necesaria. Su historia comenzó en el Comité Departamental del Valle del Cauca y lo llevó, con la misma fuerza y entereza, hasta los espacios más decisivos de nuestra institucionalidad. Lo vi defender causas con una claridad que desarmaba cualquier ambigüedad: el bienestar del productor, la dignidad del trabajo en el campo, la transparencia en el uso de los recursos del gremio.
Lo caracterizaba un recio carácter. Nunca buscó halagos, mucho menos aplausos. Fue incómodo para algunos, directo para todos, pero jamás actuó con cálculo ni con dobleces. Su coherencia no era táctica, era ética. Y eso, en tiempos como los que vivimos, vale oro.
Tuvo el privilegio —y también nosotros con él— de despedirse como vivió: trabajando por el café. Ayer, en Buencafé, en la inauguración del Centro Logístico Integrado, Camilo nos compartió unas palabras que aún resuenan en mi memoria. Dijo que jamás se había sentido tan orgulloso de la obra de la Federación, e invitó, con la emoción que apenas lograba disimular, a conocer esa gran fábrica. Horas después, frente a más de 260 caficultores de su departamento, dejó su último mensaje público. No habló de sí mismo; habló, como siempre, del gremio. Pidió que las utilidades de nuestras empresas siguieran invirtiéndose en resolver las necesidades sociales de las familias productoras. Ese fue su legado final. Claro, contundente, honesto.
Camilo no era amigo de lujos. Era amigo de sus amigos. Introvertido, mordaz con quienes no compartía, pero jamás mezquino. Era un hombre de una sola cara. En él, la verdad no era una pose, era una práctica diaria.
Hoy, mientras escribo estas líneas, siento el peso de su ausencia. Pero también el deber de honrar su ejemplo. El gremio cafetero pierde a uno de sus grandes, y nosotros, quienes tuvimos el honor de compartir con él espacios de discusión y construcción, asumimos el compromiso de continuar con esa misma firmeza y sentido social que él defendió con tanto empeño.
Descanse en paz, Dr. Camilo. Su voz seguirá guiando nuestro trabajo.








