Por mucho tiempo, el campo colombiano ha sabido lidiar con sus dificultades y desafíos. Desde las lluvias impredecibles hasta los precios fluctuantes, la vida del campesino siempre ha estado marcada por un constante esfuerzo y sacrificio. Sin embargo, en medio de tantas vicisitudes, a veces nos llega una brisa de esperanza que nos anima a seguir adelante. Es por eso que quiero hablarles hoy sobre la reactivación de las negociaciones para el Acuerdo de Asociación Económica (EPA) con Japón, y lo que esto podría significar para todos nosotros que trabajamos la tierra.
Primero, permítanme decirles que este acuerdo no es solo un pedazo de papel; es una puerta abierta hacia nuevas oportunidades. Si logramos llegar a un acuerdo con Japón, podríamos ver nuestras cosechas, como el café, el cacao y el aguacate Hass, cruzar océanos y llegar a mesas muy lejos de aquí. El Huila, mi querido departamento, es conocido por su café de alta calidad y su delicioso cacao y aguacate, y esta sería una gran oportunidad para que todo el mundo conozca lo que somos capaces de producir.
Imagínense, amigos, poder aumentar las exportaciones de nuestro café y cacao a un país como Japón, donde la cultura del café está tan arraigada. Ellos aprecian la calidad, y nosotros tenemos mucho que ofrecer. Nuestros cultivos, que a veces son motivo de esfuerzo y desgaste, podrían convertirse en fuente de orgullo y, más importante aún, en una oportunidad económica real para cada uno de nosotros. Sabemos que en el campo no solo se cosechan productos, también se cosechan sueños, y este acuerdo podría ser el impulso que tanto necesitamos para hacer esos sueños realidad.
Aparte de los productos agrícolas, otro aspecto importante es la llegada de maquinaria japonesa. ¡Qué bendición sería contar con tecnología que facilite nuestro trabajo! La agricultura siempre ha sido una actividad demandante, y muchas veces, la falta de herramientas adecuadas nos limita. Con maquinaria moderna, podríamos mejorar nuestros procesos, aumentar nuestra producción y, más importante aún, hacerlo de manera más eficiente y sostenible. Esto se traduce en menos esfuerzo físico y más tiempo que podemos dedicar a nuestras familias y comunidades.
Pero no solo se trata de la maquinaria o de vender más productos. Un EPA bien estructurado podría traer consigo la transferencia de conocimientos y técnicas agrícolas que hiciesen más productivos nuestros campos. Aprender de la experiencia de otros países, especialmente de aquellos que han logrado desarrollarse, es una oportunidad que no podemos dejar pasar. Japón tiene mucho que enseñarnos sobre agricultura sostenible, manejo de cultivos y adaptación al cambio climático. Solo imaginen aplicar esos conocimientos en nuestras fincas, cómo eso podría cambiar nuestra realidad.
Sin embargo, aunque el panorama se pinta bonito, debemos recordar que nada llega fácil. Las negociaciones son arduas y complejas, y se requieren esfuerzos coordinados entre el gobierno y nosotros, los campesinos. Es fundamental que nuestras voces sean escuchadas en la mesa de diálogo. Necesitamos que aquellos que representan nuestros intereses aseguren que este acuerdo no solo beneficie a grandes exportadores o industrias, sino que también llegue directamente a nuestras manos, a los pequeños productores que somos la columna vertebral del campo.
