Por: Yamid Sanabria
El presidente Gustavo Petro ha creado esa conciencia política, es decir, ha generado que una gran parte de la ciudadanía hable constantemente de hechos políticos (reformas, consulta, gabinete, relaciones exteriores, constituyente, etc), algo que antes poco ocurría a menos que fuera periodo de votaciones. Los 75 precandidatos a la presidencia tienen la tarea de capitalizar esos sentimientos que despierta el mandatario, en una “selva” que va a devorar a quienes no tomen posturas.
El zoon polítikón de Aristóteles era la concepción filosófica del “animal político”, uno que ha despertado progresivamente en Colombia con la cobertura de internet, el acceso a dispositivos tecnológicos de bajo costo, la proliferación de comunicadores amateurs o influencers, y en especial la radicalización discursiva; toda una fórmula en el camino a la presidencia que inicia con las encuestas.
La última medición realizada por Guarumo y Ecoanalitica pone de manifiesto la realidad polarizada del país, en los cuales Vicky Dávila y Daniel Quintero les funciona su idilio de agravios, con Vicky en un 11,5% y sube a Quintero al 8,7%; además del esperado repunte de Miguel Uribe por su lamentable situación, así como un Gustavo Bolívar con un 10,5 %; mientras que Fajardo es igualado por Quintero y Claudia no despega aún, todos siguen nadando en un gran océano de electores que aún no definen.
Ahora bien, si el juicio contra el expresidente Álvaro Uribe sale a favor del senador Iván Cepeda, tendríamos una agudización de los extremos políticos con un nuevo abanderado presidencial, frente a una radicalización de persecución judicial por parte de la derecha, que conllevaría a la posible invisibilidad de los candidatos del centro político, y obligaría a los que quieran tener opción a tomar bando.
Finalmente, es sano para la democracia el debate público con posiciones certeras, pero sería lamentable caer en la disyuntiva Quintero-Vicky, el horizonte del país merece discusiones más profundas que sus rencillas personales. La clave está en los canales y las fuentes de información, allí el “animal político” debe decidir cómo se alimenta.








