Por: José Eliseo Baicué Peña
Todos los días se habla de contaminación ambiental, de la disminución del caudal de las aguas, del deterioro de la capa de ozono, de los efectos de la exploración de hidrocarburos y minas, entre otros aspectos. Y claro, pues todos, conscientes o no, todos desde los diferentes ángulos aportamos algo a la destrucción paulatina del planeta.
En nuestro país se palpa ampliamente. Se han formulado leyes para la gestión ambiental y se han ejecutado proyectos que buscan menguar esta situación.
El progresivo aumento de humo por parte de los vehículos, los lugares donde se depositan sendos arrumes de basuras, el poco sentido de pertenencia con el río Magdalena, el desperdicio indiscriminado de agua potable para el lavado de carros, y la continua tala de árboles con diferentes propósitos, son algunos claros ejemplos de lo que se vive en ciudades como Neiva.
Todo esto está íntimamente ligado al calentamiento global y al desastre ecológico. Es por eso que para muchos ecologistas el principal daño al medio ambiente es debido al calentamiento global, y aunque todavía no se sabe con exactitud qué porcentaje de ese fenómeno se debe a las emisiones de contaminantes en los países industrializados, y cuánto a un proceso natural que se presenta periódicamente en la tierra, culpan de ese calentamiento a los países más desarrollados.
No obstante, si se mira otro tipo de contaminaciones, como la basura y el agua sucia, vemos que en los países emergentes, como Colombia, con grandes dosis de estatismo, importantes sectores de la población beben agua contaminada y literalmente viven junto a sus excrementos.
Ahora bien, donde funcionan los mecanismos de mercado, los que implican respeto al derecho de propiedad, se genera menos contaminación en relación al bienestar obtenido.
Avanzamos al ritmo de una contaminación que amenaza con la destrucción paulatina de la calidad de vida, de la salud y de una adecuada convivencia. Unido a esto, se está surgiendo una generación que desconoce y le interesa poco la preservación de los ecosistemas, el cuidado de la tierra y las aguas.
Es urgente implementar medidas desde cada uno de los lugares, sin importar cultos, credos, razas y política. Conviene preguntarnos: ¿Qué estamos haciendo cada uno de nosotros al respecto?








