Por: Oscar Eduardo Trujillo Cuenca
oscartrujillo79@gmail.com
Los retos del agro frente al cambio climático.
En un mundo donde el cambio es la única constante, la agricultura no escapa a la necesidad de adaptarse y transformarse. Los mercados globales imponen nuevas exigencias, no solo en términos de calidad y competitividad, sino también en sostenibilidad y responsabilidad ambiental. Las normativas internacionales, como el Reglamento 1115/2023 de la Unión Europea sobre productos libres de deforestación, junto con las crecientes demandas de consumidores conscientes, están empujando al sector agropecuario hacia un replanteamiento profundo de sus prácticas. En este escenario, el cambio climático emerge como el gran catalizador de esta revolución verde.
Desde mi punto de vista, el agro enfrenta un desafío enorme, producir más con menos, garantizar la seguridad alimentaria y al mismo tiempo, reducir su huella ambiental. Pero este reto no es solo técnico, sino también filosófico. Requiere abandonar paradigmas obsoletos y apostar por un modelo que coloque la regeneración en el centro de la producción.
Aquí es donde entra en juego la agricultura regenerativa, una propuesta que más que un método, es un compromiso con el futuro. No se trata únicamente de mantener los suelos productivos, sino de devolverles vida. Esta práctica promueve técnicas como la rotación de cultivos, el uso de coberturas vegetales, el pastoreo planificado y la incorporación de árboles en los campos (agrosilvicultura), entre otras. Todo ello con el objetivo de revertir la degradación ambiental, capturar carbono y lo más importante, regenerar ecosistemas. En este sentido, la agricultura regenerativa no solo alinea al Huila con las tendencias globales, sino que lo posiciona como un modelo de sostenibilidad.
La agricultura regenerativa no es solo una práctica agrícola; es una visión que busca devolverle a la tierra más de lo que le quitamos. En el Huila, donde la caficultura domina gran parte del paisaje productivo, estas prácticas pueden tener un impacto significativo. La implementación de métodos como el uso de abonos orgánicos, la diversificación de cultivos y la siembra de árboles para sombra puede mejorar no solo la calidad del café, sino también la resiliencia de los suelos frente a los efectos del cambio climático.
El Reglamento 1115/2023 de la Unión Europea, que entró en vigor el 29 de junio de 2023, es un claro ejemplo de cómo la sostenibilidad ya no es opcional. Esta normativa regula la comercialización y exportación de productos asociados con la deforestación y la degradación forestal, exigiendo que las cadenas de suministro sean completamente transparentes. Esto significa que productos como el café, el cacao, el aceite de palma, la soya, la madera y el ganado, entre otros, deben cumplir con estrictos requisitos para garantizar que no contribuyan a la pérdida de bosques.
Aunque la intención de esta normativa es loable, su aplicación representa un reto importante para los productores, especialmente aquellos de países en vías de desarrollo. Los pequeños agricultores, que ya enfrentan barreras económicas y técnicas, podrían tener dificultades para cumplir con las demandas de trazabilidad y certificación. Sin embargo, también abre una ventana de oportunidad para que estos productores se posicionen en mercados premium que valoran los productos libres de deforestación y con bajo impacto ambiental.
Agricultura regenerativa: la solución está en la tierra
La agricultura regenerativa no solo responde a las exigencias del Reglamento (UE) 1115/2023, sino que va un paso más allá. Al centrarse en la regeneración de los ecosistemas, esta práctica tiene el potencial de mitigar los impactos de la deforestación y reducir la presión sobre los bosques. Al adoptar métodos que aumenten la fertilidad del suelo, se puede reducir la necesidad de expandir las áreas agrícolas, ayudando así a cumplir con los objetivos de este marco europeo.
Sin embargo, implementar este modelo requiere superar barreras estructurales. Como agricultor o productor, es fácil sentirse abrumado por los costos iniciales de transición y la falta de incentivos claros. Además, en muchas regiones, aún existe una desconexión entre las políticas internacionales y las realidades locales del campo.
El camino hacia la transición regenerativa no está libre de desafíos. Esta conlleva a unos retos e implementar prácticas regenerativas en el Huila enfrenta barreras como:
- Resistencia al cambio: Muchos agricultores, por desconocimiento o temor a los riesgos económicos, prefieren mantenerse en prácticas convencionales.
- Falta de apoyo técnico y financiero: Los pequeños productores, que constituyen gran parte del sector agrícola del Huila, a menudo carecen de los recursos necesarios para implementar estas prácticas.
- Políticas públicas insuficientes: Aunque existen esfuerzos hacia la sostenibilidad, las políticas locales suelen priorizar modelos agrícolas intensivos que no favorecen la regeneración.
A esto se suma el desafío de cumplir con regulaciones internacionales como el Reglamento (UE) 2023/1115, que exige la trazabilidad de los productos agrícolas. Si bien esto puede parecer una carga para los agricultores, también representa una oportunidad para acceder a mercados premium dispuestos a pagar por productos responsables.
Hay que tener un enfoque integral hacia el cambio para poder superar estas barreras, para ello es fundamental un enfoque que integre a todos los actores, algunas propuestas concretas incluyen:
- Capacitación técnica: Implementar programas de formación que enseñen a los agricultores los beneficios y métodos de la agricultura regenerativa.
- Incentivos económicos: Crear subsidios, créditos blandos y programas de certificación para los agricultores que adopten prácticas regenerativas.
- Fortalecer la investigación: Promover alianzas entre universidades, centros de investigación y comunidades campesinas para generar soluciones adaptadas a las realidades locales.
- Valorar los mercados locales: Fomentar el consumo de productos regenerativos en la región, incentivando cadenas de valor sostenibles.
A pesar de estas dificultades, la transición hacia un agro más sostenible es ineludible. Los gobiernos deben implementar políticas que no solo regulen, sino que también empoderen a los agricultores. Necesitamos incentivos financieros, acceso a capacitación y programas de certificación accesibles para todos. Por su parte, los consumidores también tienen un rol vital al preferir productos certificados y provenientes de sistemas sostenibles. Cada compra es una señal al mercado de hacia dónde debemos dirigirnos como sociedad.
El Huila está en una posición única para demostrar que la sostenibilidad no es solo un ideal, sino una posibilidad tangible. Su riqueza en recursos naturales y la sabiduría ancestral de sus comunidades campesinas son activos invaluables que pueden ser combinados con la innovación regenerativa para crear un modelo agrícola resiliente.
En un momento en que el planeta nos exige replantear nuestras prácticas, el Huila tiene la oportunidad de ser un faro de sostenibilidad, un ejemplo de cómo la agricultura puede ser una fuerza regenerativa en lugar de destructiva. La pregunta que debemos hacernos no es si podemos transformar nuestra manera de producir, sino si estamos dispuestos a hacerlo. La agricultura regenerativa no solo nos ofrece una solución técnica a los desafíos del cambio climático, sino también una nueva forma de relacionarnos con el mundo natural.
Transformar la manera en que producimos alimentos es un acto de valentía, visión y compromiso. No será fácil, pero en tiempos de crisis, la resiliencia del campo nos recuerda que, con las decisiones correctas, podemos convertir los desafíos en oportunidades. Después de todo, la tierra siempre ha sido nuestra aliada, pero ahora más que nunca, necesita que también nosotros seamos sus guardianes.








