Son desgarradoras y dantescas las escenas que están viviendo los pacientes que han tenido la oportunidad de ser trasplantados, después de una tortuosa fila para ser beneficiario de un procedimiento quirúrgico para obtener un nuevo órgano, que les permita aumentar su esperanza de vida. La alegría de éste y de su entorno familiar, es cuando se logra este anhelo, que permite mejorar su calidad de vida. Pero este sueño, no es total. Desde que asumió la presidencia, Gustavo Petro Urrego, empezó con sus sesgos ideológicos arcaicos y con ideas traídas de las galaxias, de reformar el Sistema Nacional de Salud, buscando que fuera estatal y así acabar la forma mixta como se venía operando. Infortunadamente los activistas de la primera línea, que designó para manejar este vital sector de la salud, han dado con el traste con los objetivos que se perseguían. De nada han servido dichas medidas oficiales de intervenir las EPS, porque los resultados han sido desastrosos, creando una verdadera incertidumbre entre todas las familias colombianas que son usuarias de este modelo. Así con su retórica barata e incendiaria, ha buscado siempre buscar culpables en los anteriores gobiernos. Hay que reconocer que este sistema, no estaba operando bien. La corrupción ha contribuido a generar estas dificultades que han sido heredadas desde gobiernos anteriores.
Pero, un buen gerente, no mira con el ojo retrovisor, para darle salida a las dificultades que presenta este Sistema. Se deben tomar accionar radicales para superarlas. Hay que poner en la mira todos los casos de corrupción que hayan encontrado en los organismos de control. Es necesario formular políticas públicas coherentes para afrontar dichas dificultades que se venían presentando. Estas crisis hay que volverlas oportunidades y potenciarlas para corregir dichas falencias. Pero el ejecutivo, ha sido incompetente, inepto y sin visión alguna para dar resultados positivos. Después de tres años, el panorama es totalmente desastroso. Se han cuadriplicado en términos estadísticos, la crisis que se tenía. Han sido inferiores para dar soluciones. Han fracasado. Los pacientes relacionados en el primer párrafo están condenados a muerte. Suena muy dura esta expresión. Pero la negativa de suministrarles oportunamente los medicamentos para que dichos trasplantes sean efectivos, no se los están suministrando las distribuidoras, porque el gobierno nacional no les cancela.
Son dantescos los dramas humanos que están viviendo estos pacientes, cuando de manera inhumana y después de hacer filas interminables desde la noche anterior, llegan a las ventanillas y les niegan la entrega de estos medicamentos necesarios para su supervivencia. La tristeza y las lágrimas que se observan en estas intensas colas de pacientes que ven como la salud en el gobierno del cambio, se ha deteriorado y desmejorado por los sesgos ideológicos hirsutos y absurdos en la aplicación de esta política pública esencial para la supervivencia de los seres humanos en este país.
