Ernesto Cardoso Camacho
Volviendo sobre la observación del actual proceso político y electoral especialmente relacionado con la elección del congreso y de la presidencia, es evidente que los partidos y movimientos que lo protagonizan, están entrando por fin en las etapas decisivas donde la puja por las listas de congreso y de las eventuales alianzas para las dos vueltas presidenciales serán definitivas.
En el tema de congreso, la conformación de las listas de senado va decantándose aparentemente sin mayores dificultades. Al parecer los problemas y conflictos se reducen a las listas de cámara, donde todos los partidos se enfrentan a la realidad inexorable del umbral y la cifra repartidora, mecanismos que determinan la posibilidad de obtener curul pero que al tiempo deberán ser analizados con gran realismo y apertura en una decisión crucial. Esta es la modalidad de lista abierta con voto preferente o la lista cerrada. En la primera, la capacidad electoral de cada candidato constituye el factor determinante. En la segunda, cobra importancia el logo del partido, pero desde luego también la fuerza política de los integrantes de la lista, donde la identificación ideológica y programática es condición esencial para el mensaje político de partido que avala la respectiva lista, así como la capacidad dialéctica de los integrantes y la de vender el mensaje unificado del partido que avala la lista. En una palabra, la lista cerrada exige como condición inevitable la unidad real de sus integrantes en torno a los postulados del partido.
Por los lados del tema presidencial la consulta interna abierta del Pacto Histórico permitió observar dos cosas importantes. La afluencia sorpresiva de más de dos millones de electores y el triunfo inobjetable del senador Cepeda para alzarse con la candidatura presidencial.
Las reacciones conocidas permiten afirmar que no es aconsejable minimizar el resultado dado que luego vendrá la consulta de marzo donde Cepeda deberá enfrenar candidatos fuertes afines al proyecto petrista, los cuales, sin duda alguna, reforzarán las posibilidades electorales del Pacto para competir en la primera vuelta y buscar un cupo hacia la segunda.
Del lado de la derecha se observan expectativas que vienen acompañadas de luces y sombras. De luces, porque las conversaciones lideradas por el expresidente Uribe con los demás expresidentes, a excepción de Samper y Santos, permiten generar cierto optimismo para la imperativa aglutinación de todas las fuerzas de dicho espectro político, condición que se considera indispensable para aspirar a ganar en primera vuelta o en su defecto en la segunda. Y de sombras, porque la tarea no se vislumbra tan fácil ni segura, en tanto que existen todavía muchos precandidatos en el escenario.
Por lo demás, esa eventual unión de la derecha podría terminar siendo un elemento de debilidad aprovechable para los argumentos del petrismo, en cuanto que, como ya se observa, la cuestionan como un sindicato político de quienes han gobernado en los últimos 30 años sin cambios significativos en los niveles de inequidad social, extensión de la pobreza y oportunidades para los jóvenes que hoy por hoy son la mayor población del censo electoral.
En conclusión, esto apenas comienza a definirse. Además vienen ahora las encuestas y sondeos de opinión que, quiérase o no, tienen gran importancia en el escenario electoral. Ya veremos si prevalecerán las luces sobre las sombras, para lo cual es indispensable que se piense de verdad en los sagrados intereses nacionales, en la vigencia de los valores democráticos y en los ciudadanos de a pie que esperan de los políticos honestidad, compromiso y propuestas en vez de promesas ni más polarización.
