Diario del Huila

A 40 años de la tragedia del Palacio de Justicia

Nov 4, 2025

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Por: Carlos Tobar

A pesar de que la violencia endémica ha sido una característica en la historia de Colombia que ha hecho un daño inmenso al esfuerzo colectivo de construir sociedad, no hemos sido capaces de hacer la catarsis pertinente.

Como “corcho en remolino”, una y otra vez, caemos en actos de barbarie repetitivos y absurdos que destruyen avances relativos en la configuración de una sociedad moderna donde los ciudadanos reconozcamos unas normas comunes para la convivencia civilizada.

Todas las sociedades humanas han pasado por épocas de violencia en sus largos y complejos procesos de formación. La vida en común tiene esa impronta. Pareciera que la marcara un sino trágico y doloroso el parto hacia la civilización. Una frase famosa de Marx reza que “el capitalismo nació chorreando sangre”.

Si revisamos la historia de todos los pueblos en todos los confines encontramos que han estado marcados por procesos procelosos donde la violencia tiene presencia fuerte. Pero, todos también de manera inteligente llegan a la convicción colectiva de que la prosperidad solo se alcanza con la convivencia pacífica. Una convivencia que, necesariamente, va marcada por un propósito de prosperidad común.

En las sociedades de la modernidad capitalista se expresan en las reivindicaciones nacionales. La Nación, así con mayúscula, es la enseña que une a pueblos para proponerse las aspiraciones comunes hacia un mundo próspero. Es el instrumento que une los recursos de esos pueblos: trabajo, tierra, capital, conocimiento…

La frustración de los colombianos, en buena medida, obedece a que en los últimos 70 años hemos estado inmersos en un vórtice de violencia absurda sin que podamos superarla, pero sobre todo sin que hayamos encontrado el camino común que nos saque del atraso y la pobreza.

Hemos caído en la falsa disyuntiva del mal llamado “conflicto interno”, dividiendo la sociedad en bandos armados en donde desafortunadamente el estado ha sido comprometido. Mientras tanto, en el mundo muchas sociedades no solo superaron sus taras violentas, sino que se propusieron usar el conocimiento acumulado en las ciencias aplicadas para modernizar sus economías y, brindar a sus pueblos creación de riqueza, trabajo, servicios esenciales, y estabilidad.

Uno de los hitos de esa violencia obtusa y sin sentido fue la aventura que terminó en la tragedia del Palacio de Justicia en 1985. En ese holocausto perdimos a los mejores exponentes de la Corte Suprema de Justicia en un acto que, no solo demuestra la irracionalidad y desenfoque de una de las tantas expresiones “guerrilleras” que han pululado en la vida política reciente, sino que oscureció el accionar de las instituciones gubernamentales que no tuvieron la sindéresis necesaria para evitar el magnicidio, cayendo en una respuesta violenta, sin sentido e igual de irracional al de las fuerzas rebeldes.

Ese hecho afectará gravemente a la sociedad colombiana y marcará una etapa aún más difícil, intensificada por el narcotráfico y otras actividades ilícitas que deterioraron la vida nacional.

Ojalá, tengamos el valor de rectificar el camino equivocado que llevamos. Ahí nos jugamos la vida como sociedad viable.

Neiva, 03 de noviembre de 2025

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