Por: Ramiro Andrés Gutiérrez Plazas.
¿A quién no le ha pasado que deja de hacer algo por la opinión de alguien cercano? Un amigo, un familiar… alguien que dice que “solo quiere ayudarte”, pero termina haciéndote sentir que no eres lo suficientemente bueno. Sin notarlo, comienzas a dudar de ti mismo, de tus decisiones, de lo que antes tenías tan claro. Cuántas veces hemos dejado de lado aquello que nos hacía sentir vivos, solo porque temíamos no cumplir las expectativas de los demás.
Lo cierto es que muchas personas cargan sueños frustrados por culpa de las voces que las rodearon. Padres que, queriendo proteger, desanimaron. Amigos que, por alguna razón, sembraron inseguridad. Y uno, sin darse cuenta, fue apagando su voz interior. ¿Cuántos de nosotros habríamos alcanzado nuestras metas si, en lugar de escuchar las dudas ajenas, hubiéramos seguido la intuición del corazón?
Vivimos en una sociedad que opina más de lo que actúa. Nos hemos vuelto expertos en juzgar las decisiones de otros, pero incapaces de arriesgarnos a seguir las propias. Un ejemplo cercano es el de un empresario huilense que, pudiendo invertir fuera de la región, decidió hacerlo aquí, en su tierra, apostándole al desarrollo del Huila. Su compromiso con el progreso local es admirable, pero lo que más sorprende es la facilidad con la que algunos prefieren cuestionar sus intenciones antes que reconocer el valor de su aporte.
En lugar de aplaudir los esfuerzos que impulsan empleo y oportunidades, se levantan murmullos que ponen en duda la procedencia de los recursos o la sinceridad de las motivaciones. Y es ahí donde nos equivocamos como sociedad, en vez de sumar, restamos; en vez de construir, criticamos. Si este empresario hubiese escuchado esas voces negativas que lo rodearon, probablemente hoy no estaríamos hablando de su ejemplo, ni de los beneficios que su valentía trajo a la región.
Por eso, esta reflexión es también una invitación, aprendamos a escucharnos más a nosotros mismos y menos a quienes dudan de lo que somos capaces de lograr. La verdadera guía está en nuestra voz interior, esa que a veces se apaga por miedo a no ser aceptada, pero que siempre sabe lo que realmente queremos. Si tu sueño es cantar, escribir, emprender, jugar fútbol, o cualquier cosa, hazlo con convicción, aunque nadie más lo entienda.
Porque al final, el enemigo no siempre está afuera. A veces tiene el rostro de quien nos dice que “lo hace por nuestro bien”, o incluso el nuestro propio cuando nos saboteamos por miedo al fracaso. ¿cuántas oportunidades más estás dispuesto a dejar pasar por miedo a decepcionar a otros?
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