Las relaciones entre Bogotá y Washington atraviesan su peor momento en décadas. Acusaciones cruzadas, amenazas diplomáticas y una posible ruptura de cooperación marcan el nuevo pulso entre Gustavo Petro y Donald Trump, que pone en jaque la histórica alianza entre Colombia y Estados Unidos.
DIARIO DEL HUILA,
Neiva se puso a prueba. Con sirenas, evacuaciones y ejercicios coordinados, la ciudad participó activamente en el Simulacro Nacional de Respuesta a Emergencias, una jornada que midió la preparación de instituciones, empresas y ciudadanos ante posibles desastres.
DIARIO DEL HUILA, ANALISIS
En medio de durísimas acusaciones mutuas y un despliegue diplomático sin precedentes, el presidente colombiano Gustavo Petro advirtió ante su gabinete que podría ser juzgado por narcotráfico por la justicia estadounidense, luego de que Donald Trump lo tildara de “líder del narcotráfico” y anunciara la suspensión de ayuda financiera a Colombia. Esta crisis marca un antes y después en las relaciones bilaterales y abre interrogantes sobre el futuro del vínculo de seguridad entre ambos países.

Desde la mañana del domingo 19 de octubre de 2025, la relación entre Colombia y Estados Unidos se precipitó en una crisis sin parangón. El eje fueron las declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump, quien acusó sin reservas al presidente colombiano Gustavo Petro de estar al frente de actividades narcotráfico. En respuesta, Petro no se quedó callado: ante su gabinete afirmó tener un “presentimiento” de que podría ser juzgado por narcotráfico por decisión de Trump y sus jueces.
“Estoy al borde de ser juzgado como narcotraficante por el señor Trump y sus jueces”, afirmó Petro en una reunión ministerial, reafirmando su convicción de que las acusaciones tienen trasfondo político.
Este cruce implica varias aristas que guardan consecuencias profundas para la política interior colombiana, su estrategia exterior y la cooperación hemisférica en materia de seguridad. El foco del análisis se articula sobre tres ejes integrados: el político-diplomático, el de seguridad y el institucional.
1. El desencadenante: acusaciones, soberanía y credibilidad
Trump lanzó una ráfaga de acusaciones que desbordaron lo verbal. Afirmó que Colombia “tiene fábricas de cocaína”, que Petro es un “líder del narcotráfico” y un “matón”, y advirtió que las “drogas malas que entran en EE.UU. generalmente pasan por México” aludiendo a rutas colombianas. Además, anunció que se cortó toda financiación de EE.UU. a Colombia, al menos de forma inmediata.
Para Washington, la narrativa es clara: la “guerra contra las drogas” exige resultados tangibles. Y tras la certificación negativa sobre Colombia como socio confiable en 2025, cuya discusión está registrada por TIME, la paciencia estadounidense parece agotada.
Para Bogotá, el golpe va más allá de lo retórico: se cuestiona la soberanía del país frente a intervenciones extraterritoriales, como los ataques de la marina estadounidense a embarcaciones presuntamente de narcotraficantes frente a la costa colombiana. Estas operaciones, aunque dirigidas al crimen organizado, han generado rechazo al considerarse realizadas sin coordinación completa con el Estado colombiano, lo que alimenta la percepción de una injerencia.
2. ¿Una alianza estratégica en riesgo?
Durante décadas, Estados Unidos y Colombia mantuvieron una alianza sólida en materia de seguridad: bases militares, asistencia técnica, financiación de la lucha antidroga. Ahora ese andamiaje se tambalea. La suspensión de recursos desde Washington, el señalamiento directo al presidente y la escalada diplomática colocan en riesgo la continuidad de programas clave como el Plan Colombia 2.0.
El efecto es doble: primero, debilita la capacidad operativa colombiana en zonas conflictivas; segundo, proyecta al país como un aliado menos fiable ante sus propios socios globales y regionales. A esto se suma que Petro señala que “el único control real sobre una democracia lo ejerce su propio pueblo, no un presidente extranjero”, en respuesta directa a las declaraciones de Trump.
La tensión no es menor: un debilitamiento de la cooperación con EE.UU. puede abrir espacio para que actores alternativos (Rusia, China, Irán) busquen vínculos más estrechos con el país andino, lo que reconfiguraría el mapa geopolítico latinoamericano.
3. Interior: el mandato de Petro y la política antidroga en tela de juicio
El mandatario colombiano ha hecho de la transformación del modelo de seguridad y narcotráfico uno de sus pilares. Pero las acusaciones externas le obligan a navegar una doble presión. Por un lado, debe defender su gestión ante la comunidad internacional y ante su propio electorado. Por otro, el señalamiento de que podría ser juzgado como narcotraficante —aunque él lo califique de “presentimiento”— supone una metalización del discurso adversario que lo obliga a reforzar su estrategia doméstica.

El riesgo político es alto. Si prosperan investigaciones internacionales o si EE.UU. avanza unilateralmente contra personas o activos colombianos, Petro podría quedar en una situación compleja: legitimidad menguada, cuestionamiento de liderazgo interno y apertura de procesos que dividirían aún más al país.
Una parte relevante es que, como lo advierte el presidente de Colombia, “dejamos de ser controlados por EE.UU., trabajemos por recorrer el mundo”, frase que apunta a una redefinición del eje de política exterior y comercial del país. Pero cambiar aliados o abrir nuevos escenarios no implica hoy que la infraestructura de seguridad, entrenamiento, inteligencia y monitoreo doméstico se reconstruya de la noche a la mañana.
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4. ¿Jugadas legales o diplomáticas? El paso al frente
Petro respondió públicamente a las acusaciones con la promesa de defenderse judicialmente en EE.UU.:
“Me defenderé de las calumnias que me han lanzado en el territorio de los EEUU, con abogados estadounidenses en la justicia estadounidense.”
Esta estrategia —improbable en términos prácticos, pero potente simbólicamente— trasciende la diplomacia tradicional e introduce un componente legal internacional al conflicto. Desde Bogotá, la movida puede servir para reforzar una narrativa de víctima de la injerencia extranjera, de intento de presión política bajo el manto de la lucha antidroga.
Pero también tiene riesgos: si EE.UU. decide avanzar con sanciones financieras, congelamiento de activos, o acciones contra individuos colombianos, la vía judicial podría no bastar para contener el daño.
5. ¿Qué supone para Colombia y para la región?
La crisis tiene implicaciones múltiples:
- Para Colombia: se expone a una doble vulnerabilidad: en su estrategia de combate al narcotráfico (que justamente está siendo cuestionada), y en su política de defensa de la soberanía frente al intervencionismo.
- Para la región: la ruptura entre Bogotá y Washington abre un vacío en la integración andina-caribeña en materia de seguridad. Si Colombia se aleja de la órbita estadounidense, otros actores buscarán ocupar ese espacio.
- Para la cooperación internacional: la señal de que las relaciones bilaterales pueden romperse abruptamente vulnerable a los países menos robustos es un precedente preocupante. La estabilidad institucional y de seguridad ya frágil en varios estados latinoamericanos puede verse aún más comprometida.

6. ¿Hacia dónde va este pulso diplomático?
Si bien el conflicto está en una fase aguda, tres escenarios pueden visualizarse:
- Reconciliación diplomática moderada, con mediación internacional o regional que permita retomar la ayuda y la cooperación sin que alguna de las partes pierda totalmente cara.
- Escalada mayor, que incluya sanciones, intervención judicial de EE.UU., congelación de activos colombianos, o mayor despliegue militar norteamericano en la región sin coordinación.
- Reorientación de Colombia hacia otras alianzas, abandonando parcialmente la tradicional alianza con EE.UU. e inclinándose hacia China, Rusia o bloques regionales alternativos, con el gran reto de compensar la pérdida técnica y operativa que la relación actual con Washington implica.
- “Estoy al borde de ser juzgado como narcotraficante por el señor Trump y sus jueces”, advirtió Petro ante su gabinete, evidenciando la magnitud de la crisis bilateral.
- Trump no solo acusó a Petro de “fabricar muchas drogas” y de “ser un líder del narcotráfico”, sino que también anunció la suspensión de toda ayuda financiera a Colombia.
Un historial de tensiones entre Petro y Trump
La rivalidad entre Gustavo Petro y Donald Trump no surgió con esta crisis; tiene antecedentes marcados por choques ideológicos y declaraciones incendiarias. Desde su llegada al poder, Petro ha criticado abiertamente las políticas migratorias y económicas de Trump, calificándolas como “ultraderechistas” y contrarias a los derechos humanos. A su vez, el expresidente y actual mandatario estadounidense ha señalado a Petro como un “socialista peligroso” y un “aliado de dictaduras latinoamericanas”, mencionando a Venezuela y Cuba.
En 2023, durante la campaña de Petro por una reforma a la política antidrogas, Trump acusó al gobierno colombiano de “relajar la lucha contra los carteles”, mientras Petro respondía que “ningún país tiene autoridad moral para juzgar a otro por su consumo interno”. Las tensiones se avivaron en foros internacionales y redes sociales, donde ambos líderes intercambiaron indirectas constantes.
El actual enfrentamiento, con acusaciones de narcotráfico y suspensión de ayudas financieras, es la culminación de años de desconfianza mutua y visiones opuestas sobre el papel de Estados Unidos en América Latina.

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