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Los jóvenes que le apuestan a una nueva forma de sembrar en el Huila

Oct 21, 2025

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En una pequeña granja del occidente del departamento, un grupo de aprendices decidió desafiar la manera tradicional de cultivar. Le dicen no a los agroquímicos y sí

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En Paicol, un municipio rodeado de montañas verdes y caminos polvorientos, la juventud del campo está escribiendo una historia distinta. A pocos metros del casco urbano, una granja vibra con el color de los cultivos y el entusiasmo de quienes creen que el futuro del Huila puede germinar sin químicos.

Son aprendices del programa de Producción Agropecuaria Ecológica, un grupo que decidió convertir el aprendizaje en una causa. No trabajan por cumplir una nota, sino por demostrar que la agricultura puede ser productiva sin destruir el suelo ni envenenar el agua.

“Sembrar sin venenos es más lento, pero más justo con la vida”, dice entre risas una de las aprendices mientras revisa las matas de cilantro que crecen a la sombra de una enramada. Detrás de ella, otros compañeros preparan compost, mueven tierra y mezclan desechos orgánicos para devolverle nutrientes al terreno.

Sembrando futuro con prácticas sostenibles.

La huerta que florece sin agroquímicos

El terreno que hoy luce verde y ordenado, hace unos meses era una franja de suelo reseco. Con trabajo manual, abonos naturales y mucha paciencia, los jóvenes lograron levantar una huerta donde ahora crecen remolachas, zanahorias, pimentones, cebollas, acelgas y aromáticas.

A diferencia de otros cultivos convencionales, aquí no hay rastro de fertilizantes químicos ni pesticidas. En su lugar, los aprendices elaboran preparados con ajo, ají, sábila y jabón de coco —una mezcla que bautizaron “ajidol”— y utilizan microorganismos naturales que fortalecen las plantas.

“Cuando uno ve que la tierra responde y que los bichos no se acercan porque todo está equilibrado, entiende que el campo tiene sus propios mecanismos de defensa”, comenta otro joven mientras observa cómo una abeja revolotea entre las flores de acelga.

Del aula al surco: aprender haciendo

La iniciativa surgió como parte de las prácticas del programa tecnológico, pero pronto trascendió lo académico. Lo que empezó como una tarea se convirtió en un laboratorio vivo de agricultura limpia, donde los estudiantes aplican la teoría en cada metro de tierra.

Aquí no hay maquinaria costosa ni equipos sofisticados. El aprendizaje se construye con las manos, con observación y con respeto por los ciclos naturales. Los jóvenes controlan las plagas con plantas medicinales, reutilizan los residuos para fabricar compost y preparan biofertilizantes con ingredientes naturales.

“Nos dimos cuenta de que el campo puede ser rentable sin depender de lo químico. Es cuestión de paciencia, conocimiento y cariño por lo que se siembra”, explica una de las participantes del proyecto, mientras muestra los resultados del compostaje que ellos mismos producen.

La agricultura limpia gana terreno entre los jóvenes.

La nueva generación del campo huilense

La mayoría de estos aprendices proviene de familias campesinas. Muchos crecieron viendo cómo los cultivos de café, plátano o maíz se sostenían con pesticidas y fertilizantes que, con el tiempo, dañaban el suelo y enfermaban a la gente.

“Mi papá siempre usó químicos porque era lo que le enseñaban los ingenieros. Pero ahora él mismo viene a ver cómo trabajamos y se sorprende. Dice que el suelo vuelve a tener olor a tierra buena”, cuenta uno de los jóvenes, orgulloso.

Detrás de estas historias hay un cambio silencioso que empieza a germinar en los rincones rurales del Huila: una nueva generación que no quiere abandonar el campo, sino transformarlo.

Reaprender lo que los abuelos sabían

Aunque el término “agroecología” suena moderno, muchas de las técnicas que usan estos aprendices son herencia de los antiguos saberes campesinos. Volver al uso de plantas medicinales, aprovechar los desechos y respetar los tiempos de siembra son prácticas que los mayores conocían bien.

El aprendizaje que germina en la tierra.

“Lo que hacemos no es inventar nada nuevo, sino recuperar lo que la modernidad olvidó”, comenta un joven aprendiz mientras coloca trampas cromáticas para controlar insectos. “Nuestros abuelos ya sabían que la tierra, si se cuida, devuelve lo mejor”.

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Más que un proyecto, una causa

El trabajo en la granja de Paicol no solo busca producir alimentos. Es, sobre todo, una apuesta por repensar la relación entre el ser humano y la naturaleza. Cada aprendiz es consciente de que el cambio climático, la contaminación de fuentes hídricas y la pérdida de biodiversidad son desafíos que exigen soluciones desde lo local.

Por eso, este grupo no se limita a sembrar y cosechar: también realiza charlas con campesinos vecinos, promueve el intercambio de semillas y comparte los resultados de su experiencia. El propósito es claro: multiplicar el conocimiento para que más productores adopten prácticas sostenibles.

Cultivos sin químicos, una apuesta por la vida.

“Queremos que los campesinos vean que sí se puede producir sin dañar la tierra. Si cada finca aplica algo de esto, el impacto sería enorme”, dice una de las jóvenes, que ya planea montar su propia huerta ecológica en el corregimiento donde vive.

Semillas de cambio en el corazón del Huila

El proyecto ha comenzado a despertar interés entre productores locales y entidades que buscan alternativas sostenibles para el sector agrícola. No es para menos: en un departamento donde la agricultura es motor económico, las prácticas ecológicas pueden marcar una diferencia real.

Además de generar alimentos más sanos, este modelo reduce costos, mejora la salud del suelo y fortalece la economía campesina. Pero para los jóvenes de Paicol, el verdadero valor no está en los números, sino en el orgullo de ver que la tierra vuelve a respirar.

“Cada vez que arrancamos una zanahoria o cortamos una cebolla, sentimos que no solo estamos cosechando comida, sino una forma distinta de pensar el campo”, resume una aprendiz al final de la jornada.

Bajo el sol del mediodía, los surcos de la huerta reflejan algo más que trabajo: son la prueba de que una nueva generación está dispuesta a sembrar esperanza, conocimiento y respeto por la vida.

Desde Paicol, ejemplo de producción agroecológica.

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