AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO
Con este sugestivo título hemos publicado uno de los cuentos que como lecturas infantiles se compilan en el texto: “Travesuras del señor don Gato”. Libro que invita a la reflexión y al análisis de todos los seres humanos, sobre este tema tan fundamental como lo es la verdad y la mentira. En el último párrafo se destaca la siguiente frase: “Pero también es una forma de entender que entre las mentiras hay verdades que los demás no comprenden…”
He ahí el dilema. ¿Hay mentiras verdaderas o existe una total separación entre una y otra forma de ser y de entender el mundo y la realidad a la que nos enfrentamos? la de concebir las cosas y conocer los hechos y poder tener la certeza de que actuamos o decidimos conforme a las prácticas que se correspondan con la vivencia a la cual nos acercamos, para estar en lo cierto, o vivir en el equívoco.
En este propósito hemos buscado desentrañar ese espacio que nos corresponde hoy en día, cuando las convulsiones sociales y la realidad a la que nos enfrentamos, nos permiten coincidir con los conceptos que a diario se difunden y no hemos tenido la capacidad de comprender o de utilizar para confrontar todas esas situaciones que nos han ofrecido el conocimiento sobre la verdad y a la vez, sobre la mentira.
Nosotros tenemos miedo y no queremos aceptar la verdad. Porque ella tiene una característica que nos reprocha por el silencio o que se vuelve como una daga en contra nuestra, ante la indiferencia o la abstracción que hemos hecho de ella. Es que es duro y difícil reconocer nuestros propios errores o que hemos sobreaguado desconociendo la realidad. Tenemos miedo a la verdad, y no estamos preparados para asumirla, así estemos por ella, así la conozcamos. La transparencia del lenguaje parece engañarnos a ratos, y es cuando tenemos que reflexionar, entender y comprender de la mejor manera, qué es la verdad y dónde radica la mentira.
Evocando al filósofo Platón, en su momento nos abrió los ojos para hacemos entender que hay mentiras verdaderas, que hay una ética de la mentira, y que la mentira es el arma del poder que utilizan los políticos y los religiosos para permanecer y sostener su gobernabilidad o hacer posible la creencia de sus seguidores, la mentira es el fundamento de su existencia y de su razón de ser.
Encontramos entonces una sentencia que no podemos esquivar, una sentencia que ahora nos convoca a dimensionar cómo el poder político y/o religioso debe valerse de la mentira y ésta termina erigiéndose como una verdad, con las limitaciones propias del momento histórico en el que se utiliza o se apropia de ella, para no desbordar la armonía social, para no generar el reproche o el juicio de responsabilidad política que debería hacerse contra aquel que nos incita al engaño o la falsedad del mundo que vivimos.
Es justo y necesario que comprendamos este diario acontecer que nos rodea, esa forma de conceptualizar el mundo al que pertenecemos y saber y entender que en medio de todo, cuando los medios de comunicación contribuyen a la distorsión de las cosas, cuando la aceptación a medias de la verdad o de quienes dicen conocer la realidad, sobre este mundo convulsionado, atormentado y violento del somos sus herederos, nos ha permitido huir, ser esquivos, desconocer y no aceptar la verdad, y hacer todos los esguinces necesarios, para no dimensionar lo cierto con lo falso, lo verídico con lo insólito, es cuando el desquiciamiento de la fantasía, termina siendo el lenitivo que nos rescate del dolor y de la tragedia y nos permite abrir un campo de esperanzas, para comprender que debe existir una posibilidad de cambio o nuevas estrategias para vivir la vida política y la vida religiosa que están tan inexorablemente ligadas a nuestra existencia.
Entre la mentira y la verdad, hay una realidad que hemos arropado por temor y cuando la conocemos la ocultamos, tanto a la una, como la otra.
