Por: María del Carmen Jiménez
Cursa en el Congreso de Colombia por iniciativa legislativa, un Proyecto de Ley, que busca modificar el horario de ingreso de los niños y niñas a las Instituciones Educativas oficiales y privadas. Propone que las actividades académicas se inicien a las 7 de la mañana en todos los niveles de la educación preescolar básica y media, con el fin de: “garantizar el derecho a la salud, al descanso y a un adecuado proceso de aprendizaje”.
Está demostrado que los niños y adolescentes necesitan dormir más y que iniciar clases muy temprano afecta su rendimiento, concentración y salud mental, por eso un horario adecuado puede mejorar el descanso, reducir el estrés y favorecer el aprendizaje. Modificar la hora de entrada podría descongestionar el tráfico en las grandes ciudades si se desincroniza con la hora pico laboral y puede contribuir a que la escuela deje de ser vista como un lugar de disciplina, rígida y empiece a pensarse desde el bienestar integral del estudiante. No obstante, si esto no va acompañado de una reforma educativa estructural se queda como un cambio superficial que no ataca las raíces del problema: inequidad, pobreza y baja calidad entre otros.
Estas medidas funcionan bien en países donde la educación es valorada y financiada adecuadamente, para avanzar cada vez más hacia el desarrollo humano integral, pero en el nuestro, donde existe tanta desigualdad y brecha educativa , infraestructura deficiente que ha conllevado a establecer doble jornada en muchas instituciones educativas, baja calidad y pertinencia, docentes sin el apoyo necesario, violencia y falta de ambientes protectores, desnutrición y factores socioeconómicos poco favorables y desarticulación institucional; Si se aprueba este proyecto de Ley, se convierte en una solución cosmética, una medida llamativa políticamente pero sin impacto real sobre los factores que más golpean la calidad educativa en Colombia.
Aunque el cambio de horario mejore el descanso, no ataca las desigualdades de fondo: falta de infraestructura, calidad pedagógica o hambre escolar. Un niño con hambre o sin transporte seguro no aprende mejor porque entre a las 7 am en vez de las 6 am. En zonas rurales los estudiantes además de caminar grandes trayectos, después de clase ayudan a las labores agrícolas; el nuevo horario choca con esa realidad. Padres y madres que deben entrar temprano a sus empleos pueden tener dificultades si la jornada escolar ya no coincide con su horario. El Estado en todos sus niveles tendría que ofrecer soluciones de transporte y conciliación laboral.
En un país con desigualdades tan marcadas por décadas, una medida como esta se convierte en un ajuste marginal. También corre el riesgo de beneficiar más a los estudiantes urbanos de colegios oficiales y privados en capitales, mientras que en el campo o en barrios populares sería difícil de aplicar.
Este proyecto de Ley fue elaborado desconociendo el contexto de nuestra realidad y desconociendo la autonomía que la Ley General de Educación le otorga a las Instituciones que garantizan el derecho a la educación.








