Ver a Petro olvidar por completo su propósito, ser permisivo y resignificar en sus discursos la polarización de un país que volvió a la guerra duele. No entendió que el mejor camino para la paz era ejercer autoridad y no convertirse en cómplice de bandidos. Hoy nos tiene sumidos en el olvido de lo que él mismo llamó la Colombia profunda.
No se trata solo de la narrativa. Petro ha sido el presidente con el presupuesto más inflado de la historia de Colombia y, paradójicamente, el que menos inversión pública ha ejecutado en los últimos cuatro gobiernos. Para completar, desfinanció la operación del Estado, como si quisiera demostrar que el poder no era para gobernar, sino para acabar con todo. Cómo el Shu shu de la salud, que hoy marca vicitimas todos los días. Una decisión que todos los días deja falsos positivos enmarcados como pacientes. No hay sumisnitros, no hay calidad del servicio. El resultado está a la vista: un país atrapado entre la retórica de paz y la realidad de violencia, con el Estado reducido a discursos y la ciudadanía abandonada a su suerte. Petro pasará a la historia no como el presidente que transformó a Colombia, sino como el que desperdició la oportunidad más grande que jamás tuvo la Nación.
El Huila es tierra castigada por la desidia. El departamento es víctima directa de la escasa capacidad de Gustavo Petro para gerenciar un país. Esta región se quedó sin la financiación de las grandes obras que nunca llegaron. Lo poco que recibimos —camionetas, dotaciones en salud y premios de consolación en vias— no tiene nada que ver con los billones que gobiernos pasados destinaron a construir desarrollo; vias para la Competitividad, acueductos, escuelas, industrias. Mientras Petro pelea por Palestina, olvida a La Plata, Acevedo, Baraya y al resto del Huila. Un gobierno que predica justicia global, pero niega inversión local, solo profundiza el abandono y el atraso.
En la consulta de la izquierda de octubre no sea bobo útil. No participar no es un deber, es un acto patriótico. Si usted no es de izquierda, no se convierta en cómplice de quienes, cegados por la guerra de clases, ya entregaron el país a un proyecto que divide más de lo que construye. La única reducción de brechas que trae este gobierno es acabar con la clase media: la emprendedora, la que genera empleo, la que sostiene el 90% del tejido productivo de Colombia. Para Petro, todo aquel que no comulgue con su credo es tachado de facho, misógino o discriminador. Un gobierno que convierte la diferencia en delito es, en realidad, un pirómano social.
Y ojo: en el Huila ya asoman listas, verdes o rojas, dispuestas a engordar al llamado gobierno del cambio, como ya lo hicieron en 2023. Sea serio. Si no cree en la izquierda, no venda su voto. Que este 26 de octubre el Huila se convierta en castigo para el petrismo. Ese será el verdadero acto de dignificación de la historia de un departamento que conoce en carne propia el precio de la violencia armada y guerrillera. Este departamento no puede volver a ser un paraíso por descubrir a cuenta del desorden de izquierda.








