Lejos de ser vistos solo como beneficiarios de programas sociales, los adultos mayores en el Huila se han convertido en actores centrales de la economía familiar y regional. Con empleos informales, ingresos bajos y sin un sistema de cuidado estructurado, su papel como trabajadores y cuidadores evidencia una deuda pendiente del Estado y la sociedad con esta población.
DIARIO DEL HUILA, ANALISIS
En el Huila, como en buena parte de Colombia, millones de adultos mayores siguen activos en la economía: trabajan, sostienen hogares y enfrentan ingresos bajos y empleos informales. Aunque las cifras públicas departamentales son parciales, la evidencia apunta a una doble tarea: estos mayores son a la vez trabajadores y sujetos de cuidado cuyo peso recae mayormente en familias —con escaso reconocimiento y escasa protección estatal—.
Un panorama regional con sombras nacionales
La radiografía nacional que publicó ANIF —y que ubica a los adultos mayores como un porcentaje importante de los ocupados— encuentra reflejos en Huila, aunque las cifras desagregadas por edad y calidad del empleo a nivel departamental son limitadas o parciales en la información pública disponible. ANIF sitúa a los adultos mayores como un actor creciente en el mercado laboral y advierte simultáneamente sobre informalidad, bajos ingresos y la necesidad de un sistema de cuidado que acompañe ese fenómeno.
En general, Huila ha reportado en los últimos años tasas de desempleo que, según distintos boletines y notas locales, oscilan en rangos comparables o ligeramente inferiores al promedio nacional —con variaciones entre la cabecera (Neiva) y zonas rurales—, pero la estadística por edad (por ejemplo, ocupación o desempleo específico para mayores de 50 o 60 años) no aparece con la profundidad necesaria en los portales públicos consultados.
¿Cuántos adultos mayores hay en Huila y cómo se insertan en el trabajo?
Las proyecciones demográficas del DANE y los boletines de salud pública muestran que Colombia avanza en un proceso de envejecimiento poblacional que hace más visible la situación de las personas mayores; sin embargo, las cifras exactas sobre cuántos adultos mayores están ocupados en Huila —y su distribución por sector, formalidad o ingreso— no se encuentran publicadas de forma homogénea en fuentes regionales. Esto obliga a combinar indicios: el DANE y el Ministerio de Salud entregan proyecciones poblacionales y mapas de vulnerabilidad, y la Gobernación y alcaldías publican acciones puntuales dirigidas a esta población, pero no un “ADN laboral” tan desagregado como el nacional.
La información disponible permite sostener al menos dos hipótesis fundamentadas: (1) muchos adultos mayores en Huila trabajan en actividades rurales o comercio informal (sectores con peso histórico en la economía departamental), y (2) un porcentaje importante lo hace en jornadas parciales o actividades en el hogar —elementos que explicarían ingresos reducidos y baja cobertura pensional—. Estas hipótesis concuerdan con tendencias nacionales que muestran más empleo informal entre la población mayor.
Roles de hogar y vulnerabilidad económica local
A nivel nacional ANIF encontró que casi siete de cada diez adultos mayores ocupados fueron cabeza de hogar en 2025; es esperable que en Huila la dinámica sea similar o incluso más marcada en zonas rurales donde la migración joven aumenta la dependencia de los mayores. Las notas y comunicados regionales indican que la Gobernación ha convocado mesas del adulto mayor y que Prosperidad Social y la alcaldía de Neiva abordan registros y programas sociales, lo que confirma la visibilidad del tema en la agenda local, aunque no se traduzca aún en estadísticas públicas detalladas.

En cuanto a ingreso, la evidencia nacional indica que la mediana de ingreso de adultos mayores se ubica por debajo del salario mínimo y que decrece con la edad; en Huila, si se considera la preponderancia de ocupaciones agrícolas e informales, la presión sobre los ingresos y la ausencia de cotización pensional tienden a aumentar la vulnerabilidad. No obstante, no se halló una cifra departamental que confirme el porcentaje exacto de adultos mayores cuyo ingreso está por debajo del salario mínimo.
El cuidado: una política ausente y una carga familiar visible
Uno de los hallazgos más fuertes en la discusión nacional es que el cuidado del adulto mayor recae mayoritariamente en familiares —en la mayoría mujeres— y que una gran parte de esa labor no es remunerada. En Huila, las oficinas de bienestar y programas locales (por ejemplo, en Neiva y Comfamiliar) ofrecen actividades de atención integral y recreación, y la Gobernación ha desarrollado mesas consultivas del adulto mayor, pero no existe todavía un sistema formal amplio de formación de cuidadores o de reconocimiento económico del cuidado en el contexto departamental.
Esa ausencia tiene efectos concretos: el cuidado no remunerado reduce las oportunidades laborales de las cuidadoras (habitualmente hijas o parejas), incrementa la precariedad del hogar y aumenta la exposición de los adultos mayores a riesgos de salud mal atendidos. En términos de política pública, la brecha entre la oferta asistencial (programas recreativos, censos y convocatorias) y una política integral de cuidado sigue siendo grande.
Iniciativas y reservas para la acción pública en Huila
En lo reciente la dinámica institucional muestra algunos movimientos relevantes: la Gobernación realizó mesas departamentales (noviembre 2024) y la alcaldía de Neiva mantiene programas de atención integral; además, existen esfuerzos de búsqueda e inscripción de beneficiarios para programas nacionales de renta básica y transición de Colombia Mayor al Pilar Solidario. Estos pasos son necesarios, pero insuficientes si no se articulan con medidas de empleo decente para mayores, capacitación, formación de cuidadores y ampliación de cobertura pensional.
Huila presenta las señales de una realidad ya observada a nivel nacional: millones de adultos mayores siguen aportando al trabajo y al sostenimiento de hogares, pero con empleos de baja calidad y con un sistema de cuidado y protección insuficiente. La información pública local es parcial; por eso, una prioridad inmediata es producir datos desagregados por edad y territorio que permitan diseñar políticas de empleo decente, ampliación pensional y reconocimiento del cuidado remunerado —medidas que, juntas, pueden transformar el trabajo de la vejez de una carga forzada a una oportunidad digna.
Una fuerza laboral inesperada
Lejos del estereotipo que asocia la vejez con descanso y retiro, un segmento significativo de la población adulta mayor en Colombia continúa siendo parte activa del mercado laboral. Según ANIF, los mayores de 50 años constituyen el 27,6 % de los ocupados en el país, lo que equivale a unos 6,5 millones de personas.
Esto plantea un panorama dual: por un lado, demuestra la resiliencia, la experiencia y el capital humano presente en un porcentaje no menor de ciudadanos que siguen trabajando; por otro, deja en evidencia las carencias estructurales que enfrentan —bajos ingresos, informalidad, desempleo diferido y falta de protección— que en muchas ocasiones impulsan esta prolongación de la vida activa por necesidad más que por deseo.
Desempleo e informalidad: cifras que incomodan
La tasa de desempleo de los adultos mayores se ubica en promedio en torno al 6 %, cifra inferior en aproximadamente 3,1 puntos porcentuales a la tasa nacional. Aunque ese diferencial podría leerse como algo positivo, los matices revelan una historia más compleja: los adultos mayores tienen más probabilidades de desempeñarse en empleos informales o de baja calidad, especialmente cuando no cuentan con una pensión.
El reto no es simplemente trabajar, sino trabajar en condiciones dignas: condiciones de empleo pleno (o jornadas completas), empleo con protección social, salarios que permitan cubrir las necesidades básicas, y la posibilidad de jubilarse con dignidad si se desea.

Perfil del trabajador mayor: donde están y qué hacen
El informe ofrece datos específicos sobre la distribución geográfica y los modos de empleo de los adultos mayores: Bogotá concentra el 16,9 % de los ocupados mayores, seguida por Antioquia (13,1 %), Valle del Cauca (9,2 %), Cundinamarca (6,9 %) y Atlántico (5,4 %).
En cuanto al espacio de trabajo, se distribuyen principalmente en tres contextos:
- Locales fijos: 33,0 % de los ocupados mayores trabajan en establecimientos establecidos.
- Zonas rurales: 30,0 %.
- En su propio domicilio: 26,8 %.
Otra dimensión importante es su rol en el hogar. El 69,5 % de los adultos mayores trabajadores son cabeza(s) de hogar durante 2025, lo que significa que son quienes aportan o aportan de manera principal al sostenimiento económico familiar. Este porcentaje crece con la edad: quienes tienen entre 50 y 59 años lo hacen en un 67,2 %, mientras que para los mayores de 70 años la cifra sube a 76,3 %.
Ingresos y vulnerabilidad económica
Pese a la participación laboral, los ingresos de este grupo son bajos. El ingreso mediano de los adultos mayores se ha mantenido por debajo del salario mínimo legal vigente, siendo en promedio un 20 % inferior durante la última década.
Además, los ingresos disminuyen progresivamente con la edad: dentro del grupo de mayores de 50 años, a medida que avanzan los rangos etarios, los ingresos decrecen. Esto sugiere una doble vulnerabilidad económica: primero por no contar con pensión, segundo por trabajar menos horas al envejecer, lo que se traduce en menores ingresos.
Puede leer: Producción industrial en Colombia creció 2,9% en julio, según el Dane
En efecto, más de la mitad de los ocupados mayores laboran menos de la jornada laboral completa. Hay quien decide hacerlo por salud, por equilibrio de vida, por prevención del agotamiento; pero muchos otros lo hacen porque las oportunidades de empleo que se les ofrecen no son de jornada completa, porque son temporales o de medio tiempo, y por tanto con salarios inferiores, sin prestaciones ni seguridad.
El cuidado, la tarea invisible
El cuidado de los adultos mayores recae en buena medida en familiares cercanos, casi siempre mujeres. Los datos refieren que el 56,8 % de quienes los cuidan son hijas, 21,8 % hijos, y 11,6 % parejas. De esas personas cuidadoras, el 75,2 % lo hace sin recibir remuneración.
Lo que se añade a la carga económica y emocional de los hogares: cuidar no remunerado —y muchas veces a tiempo completo— implica sacrificios tanto personales como en oportunidades laborales y de ingreso para quienes tienen esta responsabilidad. Además, Colombia aún no dispone de un sistema formal de formación de cuidadores profesionales ni de un mecanismo sistemático de apoyo estatal a estas labores.

Políticas públicas, retos y posibilidades
El debate público no es nuevo. Se han venido proponiendo medidas que incluyen asegurar estabilidad laboral para los mayores, mejorar los sistemas pensionales, fortalecer la salud pública, e introducir beneficios monetarios para quienes no tienen pensión. Sin embargo, ANIF advierte que un eje esencial sigue estando descuidado: el sistema de cuidado integral.
Recientes reformas apuntan hacia la creación del “Pilar Solidario”, que incluye una renta básica para adultos mayores en situación de vulnerabilidad: 230.000 pesos mensuales. Se espera beneficiar a más de 3,1 millones de personas en pobreza extrema o moderada.
Este tipo de política es clave para aliviar la presión económica de quienes trabajan por necesidad o quienes ya no pueden trabajar por razones de salud o edad, y no cuentan con una pensión. Pero para tener efecto real, debe ir acompañada de otras acciones:
- Reconocer legalmente y apoyar al cuidado no remunerado, incluyendo formación, incentivos económicos, redistribución de responsabilidades.
- Generar programas de empleo decente para mayores: que no solo permitan trabajar, sino hacerlo con protección, jornada completa u horarios adecuados, seguridad frente a riesgos, estabilidad.
- Aumentar la cobertura y suficiencia de pensiones, especialmente para quienes no han logrado cotizar lo suficiente o han estado en condiciones informales.
- Políticas diferenciadas por regiones, dado que las condiciones en zonas rurales, en pequeñas localidades, suelen ser más adversas que en las grandes ciudades.

Puede leer: Descertificación de Colombia: impacto político más que económico









