Por: Gerardo Aldana García
A solo cuatro días de la triste e inusitada partida del entrañable servidor que dedicó su vida a la comunidad, se preguntan, desde el gobernador hasta el atento vigilante: ¿en dónde está Jairo Guerrero Segura?. Si, este hombre de amplia sonrisa y miradas siempre pletóricas de afecto y simpatía, bajó las velas del barco que colmó de experiencias buenas para el Huila y buenas para él y su familia; lo ha dejado para siempre en el puerto que durante más de cuatro décadas fue el lugar en donde experimentó felicidad mientas servía a cada pescador que buscaba llenar la red de sus necesidades en asuntos ligados a la hacienda pública, a los derechos y deberes del talento humano o al control de contrabando de licores para el bien común del pueblo del Huila.
El entrañable amigo y compañero Jairito, como solíamos decirle, profesional en Administración Pública y especializado en Derecho Comercial y Financiero, el pasado 5 de septiembre dijo adiós a las oficinas cuyos pasillos tienen grabados los pasos del dedicado funcionario, siempre amable, dispuesto a servir. En una de sus tantas facetas laborales, Jairo se convirtió en el servidor más consultado por los empleados que lo buscaban interesados en las novedades de la nómina que sabía liquidar con precisión de cirujano o para obtener su asentimiento en el aval de un crédito por libranza ante los bancos de la ciudad.
Pero, en cuarenta y un años de servicio público pasan muchas cosas. A Jairo lo conocí hacia el año de 1988 cuando él, Samuel Perdomo y yo; cuando entonces la juventud relucía en nuestros ojos, nos encargamos de la labor de dar la bienvenida a los centenares de ciudadanos que llegaban al edificio de la Gobernación, y, en el primer piso, Jairo ayudaba a orientar la ubicación de las dependencias, ya para radicar documentos, ya para que los profesores pidieran una cita médica en el sótano o para que fuesen al despacho del gobernador y sus secretarios. Con Jairo igualmente tuvimos la fortuna de jugar al futbol aficionado en diversos campeonatos tanto de la Gobernación como de Fonedh; él destacaba por ser un buen defensor. Como a muchos de nosotros, el Palacio del Mosaico; así se llama al edificio de la Gobernación del Huila que recibió esta denominación debido a que fue construido en el mismo lugar del «Palacio de las 56 Ventanas», la edificación previa que fue destruida por un terremoto en 1967, fue artífice y testigo del crecimiento personal, laboral y profesional de Jairo Guerrero Segura.
Y es que, aunque duele mucho saber que ya él no está, quienes lo conocimos y a quienes nos gratificó con su amistad, sabemos de su ejemplo de rectitud en la prestación del servicio. Jairo tenía una ética laboral fundada en el propósito de atender bien a las personas; incluso, cuando tenía que dar una negativa frente a un trámite, porque así lo exigía el procedimiento formal, procuraba ser amable y muy eficiente a la hora de explicar las razones de la negación, al tiempo que ilustraba las formas de llegar a la solución. Jairo era polifacético; su capacidad profesional y personal lo llevó, incluso, a ser Presidente de la Junta Directiva del Fondo de Empleados del Departamento – Fonedh, lo mismo que, Consejero de la empresa Los Olivos, escenarios solidarios o cooperativos en los que destacó por su liderazgo propositivo en beneficio de los asociados y las propias entidades.
La paradoja del destino que, esquivo e insondable, seguramente habrá hecho que algunos sueños de Jairo se hayan quedado dormidos en su imaginación con la que proyectaba el disfrute de su pensión junto a su esposa Sandra Liliana Hernández, siendo remanso para sus hijos Karol Vanessa y Jairo Andrés, y seguramente de los nietos en los que un abuelo es feliz, terminó su existencia a sus sesenta y un años, víctima de un insuperable paro cardiaco. Aún con vigor admirable y pensamiento emprendedor, Jairo parte de este mundo; un mundo que, sin embargo, supo llenar también de color, sabor y aromas, ya con su reír ya con los granos verdes y luego rojos o amarillos de aquel café que cultivaba en su pequeña finca, lograda con esfuerzo y disciplina, en el sector de Tres Esquinas, hacia Zuluaga en el municipio de Gigante. Le escuché muchas veces describir un amanecer en el suave verano cafetero que se adornaba con la florescencia cuando convertía en blanca sábana el cafetal ansioso del vuelo de polinizadoras abejas mientras él soñaba los árboles cargados de rojo.
Hay luto en la Gobernación del Huila, y lo hay en la querida familia de Jairo. Para todos ellos, un sentimiento de solidaridad y propósito de superación de la pena que embarga; aunque, hombres como él, son irrepetibles. Paz en su tumba.








