Diario del Huila

En Neiva pagamos por seguridad y recibimos terror

Sep 2, 2025

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Por: Johan Steed Ortiz Fernández

La ciudad no amanece, sobrevive.

En Neiva ya no se pregunta si hubo muertos, sino cuántos. El conteo macabro lo confirman los titulares: 49 homicidios en lo que va del 2025, 10 de ellos solo en agosto, y 12 menores de edad asesinados. Niños,  adolescentes, vidas que apenas comenzaban, son asesinados hasta por una gorra, por una esquina mal cruzada, por vivir en una comuna donde una “línea invisible” es más poderosa que la ley.

Y mientras todo esto ocurre, los ciudadanos seguimos pagando puntualmente el impuesto de seguridad. Pagamos por cámaras que no graban, por patrullas que no llegan, por estrategias que se anuncian en PowerPoint y se esfuman en el aire como si fueran parte de una campaña de expectativa. Porque eso es lo que parece: un reality de improvisaciones. Una ciudad que sangra y una administración que se toma fotos en los puestos de mando unificado, mientras el terror se apodera de las noches.

Al ciudadano Gustavo Andrés Vanegas Silva lo encañonaron en la cara. Dos hombres en moto, armados, lo despojaron de 125.000 dólares en plena calle, en el barrio Quebraditas, cerca de Peter Pan. Fue un asalto quirúrgico: lo esperaron, lo interceptaron, lo vaciaron, y se fueron. No había una patrulla cerca, ni una reacción. El hecho fue a plena luz del día, como si ya todo estuviera permitido.

Y no fue el único.

A Jair Alonso Niquina, de 24 años, lo asesinaron en el barrio las Granjas. A otros los mataron en Monserrate, Canaima, Palmas, El Triángulo, Las Margaritas, Las Américas, El Caguán. La mayoría eran jóvenes. Algunos ni alcanzaban los 18 años. Ninguna ciudad debería acostumbrarse a enterrar a sus hijos cada fin de semana. Pero Neiva lo está haciendo.

Mientras tanto, los conductores del transporte urbano manejan con la muerte sentada en el asiento trasero. No es metáfora. La amenaza es real: extorsiones, tiros, intimidaciones. Los amenazan por cumplir su ruta, por no pagar “la vacuna”, por trabajar. Es el crimen el que pone las reglas, mientras la Alcaldía responde con silencio, cifras frías y un toque de queda que no toca nada.

¿De qué sirve esconder a la gente en sus casas si el miedo duerme adentro?

En Cuarto Centenario, barrio de la comuna 6, la delincuencia sigue operando con total impunidad. Robos a mano armada, atracos a viviendas y consumo de sustancias psicoactivas han convertido la cotidianidad en una trinchera. Los vecinos ya no claman, advierten que si el alcalde no actúa de verdad, no con decretos, sino con presencia integral, mañana estaremos lamentando otra tragedia más.

El toque de queda inició el primero de septiembre, entre las 9 de la noche y las 5 de la mañana, y cobija casi 80 barrios de las comunas 6, 8, 9 y 10. Pero aquí surge la verdadera pregunta: ¿tenemos el personal para custodiar casi 80 barrios durante esas horas? ¿O es otra medida simbólica que quedará en el papel como tantos decretos de seguridad que se expiden solo para calmar titulares, sin resultados concretos?

¿Dónde está el estudio técnico que respaldó esta decisión? ¿Quién va a medir su eficacia? Porque lo que está en juego no es un informe de gestión, es la vida de miles de personas que están sobreviviendo en zonas donde ya no manda la ley, sino el miedo.

Y lo más grave es que esta administración no puede seguir diciendo que no tiene recursos. El propio Plan de Desarrollo proyecta invertir $79.632 millones de pesos entre 2024 y 2027 para combatir la inseguridad. Casi $80 mil millones. Y aún así, no hay una estrategia clara, medible ni ejecutada con responsabilidad.

Dos años después de iniciado este gobierno, el llamado Plan Integral de Seguridad y Convivencia Ciudadana (PISCC) sigue sin indicadores, sin metas, sin cronograma público. Parece más un manual decorativo que un verdadero plan.

¿Dónde están los resultados? ¿Dónde están los programas que atienden las causas estructurales del delito?

Eso sí, Neiva ya tiene su propio GAULA, con 20 hombres “altamente entrenados”, según el gobierno local, para combatir extorsiones y secuestros. Y en días pasados, el alcalde y su secretario de Gobierno celebraban ante los medios que Neiva estaba “entre las ciudades más seguras del país”, gracias, según dijeron, a una “estrategia integral de seguridad”.

La pregunta es: ¿qué ciudad están gobernando?

Porque mientras ellos aplaudían su propio libreto, la realidad golpeaba con fuerza. Ese mismo mes, agosto, cerró con 10 homicidios, 12 menores ya han sido asesinados este año y más de 80 barrios entran ahora en toque de queda. La gente no vive de titulares ni de rankings: lo que escucha son disparos.

Una ciudad donde hasta la tranquilidad es robada no puede revertir la percepción de inseguridad. La gente vive con terror, y deja hasta de usar sus celulares para evitar ser víctimas. Inaudito.

La ciudad está es abandonada. La administración municipal cobra por la seguridad sin garantizarla. El alcalde sigue improvisando y repitiendo excusas como si acabara de asumir su cargo, como si los  4.380 días que fue concejal, no le hubieran servido y para conocer de cerca esta realidad. Nos prometió gobernar con autoridad y devolver la tranquilidad. Pero ya lleva más de 510 días como alcalde y seguimos esperando resultados. Ya se parece a Gustavo Petro, que aseguró que si no lograba la paz total renunciaría, y hoy tenemos un presidente desconectado de la seguridad ciudadana, mientras se fortalecen los grupos armados y la criminalidad. Aquí tenemos una versión local: un alcalde que también gobierna con discursos, pero sin acciones.

La verdadera seguridad se construye con educación, con oportunidades, con mayor presencia institucional con inversión social, con programas de prevención.

Neiva tiene miedo. Pero no podemos callarnos.

Porque si un niño muere, no hay nada que valga la pena recuperar.

Porque si no reclamamos ahora, pronto no habrá ciudad que defender.

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