HAROLD SALAMANCA
He dedicado buena parte de mi vida a trabajar por la prevención y el control del cáncer. Y si algo he aprendido en este camino es que el verdadero valor de un sistema de salud no se mide por cifras frías, sino por la manera en que toca la vida de cada persona.
En Colombia, los números son elocuentes: hoy más del 98 % de la población está afiliada al sistema de salud. Es un logro enorme que merece reconocimiento. Pero detrás de esa cifra hay un reto aún más grande: garantizar que la afiliación se traduzca en acceso real, en consultas oportunas, en tratamientos sin dilaciones, en confianza plena de que cuando la vida lo exige, la atención está allí.
El Boletín N.º 5 de Así Vamos en Salud nos recuerda que la cobertura ya no es suficiente por sí sola. El futuro se juega en otro terreno: la oportunidad y la calidad. Ese es el salto que Colombia puede y debe dar. He visto de cerca cómo otros países han logrado dar este paso, articulando prevención, datos en tiempo real y atención continua. Esa experiencia me dice que Colombia tiene todo lo necesario para convertirse en referente.
Acceso universal significa sencillez: menos trámites, más certezas. Significa que una mujer en una vereda, un niño en una ciudad intermedia o un adulto mayor en la capital vivan con la tranquilidad de que el sistema responde sin barreras. Significa que la tecnología se usa no para acumular registros, sino para anticipar necesidades y acercar soluciones.
Este es un tiempo único. No estamos ante un muro imposible, sino ante una puerta abierta. Colombia ya ha demostrado que puede ampliar coberturas; ahora puede demostrar que esas coberturas se convierten en vidas mejor cuidadas y en confianza restaurada.
Yo creo profundamente que la historia recordará a las sociedades que supieron dar este paso: las que transformaron promesas en realidades, cifras en cuidados, derechos en vidas dignas. Ese es el nuevo rostro que la salud necesita mostrar. Y Colombia está lista para asumirlo.








