En Colombia, la distribución de los ingresos por derechos televisivos entre los clubes del fútbol profesional es un modelo que, aunque se vende como equilibrado y ejemplar, termina siendo, en mi opinión, muy contraproducente para el desarrollo de la toda industria. Quien se encarga de todo esto es la Dimayor, que está compuesta por todos los equipos de primera y segunda división. En su esquema de manejo de fondos han apostado por la igualdad en la repartición de los recursos, y los US$55 millones que aporta Win Sports como canal transmisor, se dividen equitativamente entre los 36 equipos que integran el Fútbol Profesional Colombiano, lo que deja a cada club con menos de US$1,5 millones al año. Para muchos clubes, los que pagan poco, los que no convocan gente, este es un gran salvavidas, pero para quienes impulsan la industria, apenas sirve para cubrir gastos menores.
Este reparto uniforme genera indignación entre los clubes que más invierten y que a la vez son quienes más rating traen, como Nacional, Millonarios, América y Junior. Estos cuatro, sumados a otros como Santa Fé, Cali y Medellín, son quienes más producen y movilizan, y sin embargo reciben el mismo monto que equipos con escasa inversión y nula convocatoria como pueden ser Real Santander o Envigado. Este desequilibrio termina restando competitividad a nuestras instituciones más representativas y que más se esfuerzan por competir dejando en alto el nombre del país. No se trata de despreciar a los clubes de menor escala, pero tampoco de igualar a la fuerza realidades tan distintas bajo una lógica que, en teoría inclusiva, solo erosiona los recursos de quienes generan valor real al espectáculo.
Hace unos meses Fuad Char, el máximo accionista del Junior, decía que el modelo de repartición de la Dimayor era “el peor del mundo», y quizá no esté lejos de serlo. Char dijo que, mientras en Colombia los grandes reciben cerca de US$1 millón anuales, en Ecuador, Perú y otros países esa cifra llega a US$4 a 8 millones, y en Argentina o Brasil los equipos más populares reciben hasta 40 veces más que en el FPC. Y esto causa que en los torneos internacionales terminen yendo sólo a conocer aeropuertos y hoteles.
La semana pasada leía que Flamengo acaba de cerrar el contrato de patrocinio más grande en la historia del fútbol brasileño con Betano, por más de US$46 millones al año. Y si comparamos con la repartición de los US$55 millones entre 36 clubes (más la Difútbol, más el“»gestor”, que también comisionan de ahí) queda en evidencia lo pobre y desequilibrado que es nuestro modelo frente a las ligas más poderosas del continente. Si ya es difícil competir internamente, en la Libertadores o Sudamericana se vuelve inviable.
En redes he visto que se atribuirse erróneamente esta situación a Win Sports, cuando es principalmente responsabilidad de la Dimayor, que con su esquema igualitario intenta opacar que existen realidades distintas y, con o sin intención, perpetúa el subdesarrollo de nuestra liga y por ende, de nuestros deportistas. El resultado de esta política populista que le garantiza el desarrollo a todos, y a la vez a nadie, es que algunos clubes que operan incluso bajo fines sospechosos, contratos irregulares y litigios constantes, son igualados a institucionales como Junior, Nacional, América o Santa Fé, que continuamente invierten para mejorar las condiciones de sus empleados e instalaciones y hacer las cosas bien.
Este modelo del que pocos hablan estanca a nuestros deportistas e instituciones en el subdesarrollo, porque los clubes más mueven la industria en general, los que corren más riesgos en pro del crecimiento, se empobrecen, y los futbolistas locales ven disminuido su valor competitivo frente a talentos que se desarrollan en otras ligas con sistemas más sólidos. Si la Dimayor continúa otorgando el mismo peso a los equipos que la mantienen viva que a los que la sobre simplemente la exprimen, el declive será más notorio cada año, y con él nuestra falta de competitividad a nivel internacional.
Con el aroma de un café 100% colombiano, los saludo,
Santiago Ospina López.








