Diario del Huila

Más lejos… Colombia

Ago 14, 2025

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Han pasado más de tres décadas desde que las balas apagaron la voz y la vida de Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán Sarmiento, Bernardo Jaramillo Ossa, Carlos Pizarro Leongómez y Álvaro Gómez Hurtado. Pensamos que habíamos aprendido, que aquella década desastrosa de los 90 no volvería, que nunca más permitiríamos que la violencia política decidiera por nosotros. Pero nos equivocamos.

El magnicidio de Miguel Uribe Turbay nos recuerda que en Colombia sigue siendo peligroso pensar diferente, soñar diferente, querer un país distinto. No es posible que la dignidad de presidir una nación se pierda en las mieles del poder y que el objetivo mayor se reduzca a dividirnos.

En mis cuatro décadas de vida, nunca había sentido una dirección de país tan vacía de intención por unirnos. La potencia mundial de la vida hoy es solo una frase hueca, rellenada con el miedo de las familias, con el silencio de quienes ya no se atreven a expresarse libremente, con los números fríos de quienes han perdido no solo la vida, sino el derecho a vivirla en libertad. Cada vez cedemos más espacio a la violencia y más territorio a la falta de autoridad.

Fueron dos meses viviendo en redes sociales una pelea cruel, una puesta en escena con el dolor de patria como espectáculo. En mi oficio de asesor y consultor, uno aprende a pensar con la cabeza fría, pero esta vez el corazón se impone. Porque ayer cayó uno de sus guerreros más firmes y sufridos. Cayó no por debilidad, sino por el golpe violento de la radicalización que no deja espacio para el encuentro, por la ausencia de un proyecto común y, sobre todo, por la falta de unión.

Tengo amigos que piensan distinto. Tengo clientes que piensan distinto. Y nunca, por pensar diferente, he dejado de creer que solo en la convergencia —y aun en la divergencia— se construye patria. Esa absurda pelea entre ricos y pobres, empresarios y trabajadores, fachos y mamertos, nos sacó del rumbo que debió ser un país de oportunidades, para convertirnos en el país de las reivindicaciones: dos posiciones necesarias y compatibles, pero solo desde la unión.

Hoy, más que nunca, necesitamos paz. Necesitamos respeto por la vida y por la libertad de pensamiento. Necesitamos que las diferencias no sean trincheras, sino puentes. Porque este país solo será grande cuando, incluso en la distancia de las ideas, podamos encontrarnos para construir juntos el futuro que merecemos.

Una vez más hemos fallado como país. Y una generación más se prepara para intentarlo: la de nuestros hijos. Ojalá ellos sí sean capaces de unirnos como nación.

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