Es indudable que el desarrollo tecnológico y científico de los últimos 20 años ha sido mayor que el registrado en los últimos 20 siglos. El crecimiento casi en todas las áreas del conocimiento es sencillamente impresionante.
La cuarta revolución industrial, el internet, los smartphones y la era espacial moderna están introduciéndose en la mente de todos los seres humanos del planeta. Y, los cambios son inusitados.
Los expertos sostienen, por ejemplo, que las tecnologías emergentes como la inteligencia artificial transformarán sustancialmente las industrias de la inteligencia, las perspectivas de economía, los modos de vida, la empresa del entretenimiento y hasta la cultura del cuerpo o fitness.
Se habla de que algunos oficios o profesiones pasarán a un segundo plano o, simplemente, desaparecerán. Entre esa, ya, larga lista, donde se cuentan contadores, administradores, médicos, diseñadores gráficos, abogados y traductores, entre otros, se encuentran los profesores.
Sobre estos últimos, quiero hacer un breve comentario.
¿Cómo entender la situación? Lo primero, es hacer un rápido y sencillo análisis sobre el evidente atraso de la educación en Colombia. Con asombro vemos que, si una persona resucitara hoy después de 100 años, se sorprendería de la cantidad de adelantos tecnológicos que observaría a su alrededor.
Sin embargo, se daría cuenta, también, de que las clases se siguen dando en un salón, con tablero blanco en lugar de verde, con marcador seco en vez de tiza; el profesor al frente y los estudiantes sentados en los pupitres casi iguales, todo esto, enmarcado dentro del mismo sistema y modelo pedagógico.
Ahora bien, está claro que esto no lo vamos a resolver tan fácilmente, puesto, que se necesita una política de estado más incluyente, emprendedora, visionaria y congruente con las necesidades y retos del mundo moderno.
Lo que sí podemos hacer, es, por un lado, usar la IA de la mejor manera, realizando adaptaciones específicas para un trabajo colaborativo y orientado, de tal forma que facilite y mejore la adquisición y producción de conocimiento para el desarrollo integral del estudiante.
Por otro lado, es imperiosamente necesario, implementar un continuo trabajo desde la comunicación y la empatía, haciendo que el estudiante se sienta escuchado y protagonista del proceso, lo que promoverá en él, el pensamiento crítico y la creatividad.
Todas estas, son prácticas que la IA no puede realizar, y que los profesores sí podemos aplicar desde la base de una acción comunicativa que el maestro Julián de Zubiría ha llamao Pedagogía Dialogante.
A través del diálogo continuo es posible dejar de lado al receptor pasivo y promover al estudiante activo potenciando sus habilidades cognitivas, afectivas, sociales, éticas, y evidenciando en él, destrezas argumentativas y críticas, no solo para la labor académica, sino también, para la vida y su integralidad como ser humano.
Gestionemos en la educación lo que la IA no puede realizar … hasta ahora.
