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Pobreza monetaria: luces y sombras en el panorama huilense

Jul 28, 2025

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Aunque Colombia logró reducir su tasa de pobreza monetaria en 2024, el país aún enfrenta profundas brechas sociales. En el Huila, los avances son notorios en ciudades como Neiva, pero el campo sigue rezagado. Este informe analiza las cifras, causas y desafíos de un problema que aún persiste.

DIARIO DEL HUILA, ECONOMÍA

La pobreza monetaria en Colombia ha disminuido de forma importante en el último año. Así lo señala el más reciente informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), que revela una baja de casi tres puntos porcentuales en la incidencia de este flagelo, ubicándose en 31,8 % para 2024. Aunque la cifra marca un progreso frente a los años más duros de la pandemia, también deja al descubierto las persistentes brechas sociales y económicas que afectan a regiones como el Huila.

Este informe periodístico busca analizar con lupa las cifras nacionales, pero sobre todo resaltar la situación del departamento huilense, un territorio que, pese a enfrentar grandes desafíos estructurales, ha mostrado avances significativos en los últimos años.

La tendencia nacional: una mejoría moderada pero desigual

El presidente Gustavo Petro celebró la reducción de la pobreza monetaria señalando que se trata del “porcentaje de población pobre más bajo desde que existen estadísticas homogéneas en el país desde 2012”. Según sus cálculos, cerca de 2,6 millones de personas han salido de la pobreza respecto al cierre del gobierno anterior.

Este avance, sin embargo, ha sido matizado por diversos expertos. Jairo Núñez, investigador de Fedesarrollo, recuerda que a partir de 2020 se introdujeron cambios metodológicos importantes en la medición de pobreza, como la incorporación de subsidios estatales a través de la Planilla Integrada de Liquidación de Aportes (PILA). Eso impide, según él, establecer comparaciones lineales entre los datos actuales y los del pasado.

Por otro lado, organismos multilaterales como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) destacan que Colombia sigue rezagada en el contexto regional. Mientras la pobreza en América Latina se situó en 26,8 %, en Colombia está cinco puntos por encima, muy lejos de países como Chile o Uruguay, cuyas tasas se ubican por debajo del 10 %.

Aun así, los avances son innegables. Después del pico de pobreza del 43 % registrado en 2020 por los efectos del confinamiento, la economía colombiana ha mostrado una recuperación gradual. La inflación ha cedido hasta niveles del 5 %, el desempleo ha bajado, el consumo interno se ha fortalecido y sectores estratégicos como el café, el oro y las remesas han jugado un papel clave en dinamizar los ingresos de los hogares.

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Neiva registra una de las mayores reducciones de pobreza entre las ciudades intermedias.

Huila: entre el café, el trabajo informal y las oportunidades

En este panorama nacional, el Huila tiene motivos para destacar. Según el DANE, Neiva experimentó un descenso superior a siete puntos porcentuales en su tasa de pobreza monetaria en 2024. Si bien esta sigue estando por encima del promedio nacional, la reducción indica una dinámica favorable que se explica, entre otros factores, por la buena coyuntura cafetera. El departamento es el primer productor de café en Colombia y eso se ha traducido en mayores ingresos para los hogares rurales.

Además, el repunte de sectores como la construcción y el comercio ha permitido la generación de empleo en las zonas urbanas. En municipios como Pitalito, Garzón y La Plata, la informalidad sigue siendo predominante, pero el aumento de la demanda de mano de obra en cosechas y obras públicas ha contribuido a mitigar el impacto de la pobreza extrema.

“La situación es compleja, pero también esperanzadora”, comenta Jorge Arias, economista de la Universidad Surcolombiana. “El ingreso laboral ha crecido levemente y eso ha permitido que más personas crucen la línea de pobreza, especialmente en zonas donde hay actividad cafetera o remesas del exterior”.

La línea de pobreza para el país, según el DANE, fue de 460.198 pesos mensuales por persona. En el caso de una familia huilense de cuatro integrantes, esto significa que sus ingresos deben superar los 1,84 millones para no ser considerados pobres. En contextos rurales, esta cifra baja a cerca de 1,17 millones, pero el reto sigue siendo enorme: muchos hogares en el Huila dependen de trabajos agrícolas temporales y de subsistencia.


Programas de empleo y producción local impulsan mejoras en la calidad de vida.

Brechas territoriales que persisten

El caso del Huila es ilustrativo de las desigualdades regionales que marcan la realidad colombiana. Mientras ciudades como Manizales o Medellín reportan niveles de pobreza inferiores al 20 %, otras como Quibdó o Riohacha se acercan peligrosamente al 60 %. En el Huila, la cifra de pobreza extrema sigue siendo motivo de preocupación: en algunas zonas rurales supera el 20 %, lo que refleja la persistente debilidad del modelo de desarrollo territorial.

A pesar del repunte en la producción agrícola y la estabilidad inflacionaria, los sectores más vulnerables de la población huilense han recibido con menor intensidad los efectos positivos del crecimiento económico. Esto se evidencia en la evolución del ingreso real por quintiles: el 20 % más pobre del país tuvo un aumento de apenas 3,9 % en 2024, mientras que el quintil medio (el tercero) creció en 5,9 %, reflejando que las mejoras no han sido equitativas.

Esto también se relaciona con los recortes en programas sociales. Según Fedesarrollo, la reducción de subsidios por parte del actual gobierno ha tenido un efecto negativo en la población más vulnerable. En departamentos como el Huila, donde buena parte de los hogares pobres están ubicados en zonas rurales, esta disminución de las transferencias ha debilitado la capacidad de protección social.

El rol de los gobiernos locales

Ante esta realidad, cobra relevancia el papel de las administraciones departamentales y municipales. Aunque la mayoría de los recursos destinados a reducir la pobreza provienen del gobierno nacional, los entes territoriales tienen la capacidad de intervenir de forma directa en la implementación de políticas públicas.

Neiva, por ejemplo, ha logrado mejoras relevantes gracias a la activación de programas de empleo juvenil, becas educativas y subsidios al transporte escolar. La administración municipal ha focalizado sus esfuerzos en sectores estratégicos, como el desarrollo de infraestructura y el fortalecimiento de las economías populares.

Sin embargo, estos logros deben ser interpretados con cautela. En municipios pequeños del norte del Huila, como Baraya o Tello, y del sur, como Acevedo o Elías, la pobreza extrema persiste sin mayores cambios. El acceso limitado a servicios públicos, salud, educación y crédito agrícola sigue siendo una barrera para el desarrollo local.

“Las políticas de choque contra la pobreza deben considerar las particularidades de cada territorio”, señala María del Pilar Santamaría, analista social. “El Huila necesita más inversión rural, acceso a tecnologías para pequeños productores, fortalecimiento de cadenas de valor y soluciones sostenibles frente al cambio climático, que está afectando severamente al agro”.

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El poder de las remesas y el consumo

Un factor poco visibilizado, pero determinante para el bienestar de miles de familias huilenses, son las remesas. Aunque no existen cifras precisas por municipio, se sabe que muchas familias en Neiva, Pitalito, San Agustín y Algeciras reciben dinero de parientes que residen en Estados Unidos y España.

Las remesas, que alcanzaron un récord de 11.848 millones de dólares en 2024 a nivel nacional, representan un colchón de ingreso que permite a muchos hogares pagar arriendos, educación, salud y alimentación. Esta inyección de liquidez ha sido clave para sostener el consumo en tiempos de inflación y escasez laboral.

Además, la reactivación del turismo local y el impulso del comercio durante eventos tradicionales como el Festival del Bambuco han ayudado a dinamizar la economía urbana. El sector hotelero, gastronómico y de entretenimiento ha recuperado empleos y oportunidades, particularmente en Neiva y San Agustín.

Lo que falta: retos estructurales para una transformación real

Pese a los avances, Colombia sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo. El coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en la distribución del ingreso, no ha mejorado sustancialmente. Y en el Huila, esa desigualdad se expresa en el acceso al agua potable, la conectividad digital, la cobertura en salud y la calidad de la educación.

También persisten desafíos de gobernabilidad. La tensión entre el gobierno nacional y los mandatarios locales ha obstaculizado la coordinación de estrategias contra la pobreza. La desconfianza institucional y la falta de voluntad política afectan la continuidad de programas exitosos y la formulación de nuevas soluciones.

En palabras de Roberto Angulo, secretario de Integración Social de Bogotá, “lo importante es remar hacia el mismo lado: crear empleo, fortalecer la inversión, mejorar las finanzas públicas y generar confianza”. Un mensaje que bien podría aplicarse al Huila, donde la articulación entre instituciones, academia, gremios y ciudadanía es esencial para consolidar los progresos recientes.

Hacia una política de desarrollo humano integral

Más allá de los indicadores, la lucha contra la pobreza monetaria debe ir acompañada de una visión integral de desarrollo humano. No se trata solo de superar una línea de ingresos, sino de garantizar derechos fundamentales, ampliar oportunidades y construir una sociedad más equitativa.

El Huila tiene recursos, potencial humano y capacidad institucional para lograrlo. Pero necesita inversión sostenida, políticas públicas inteligentes, y sobre todo, una ciudadanía informada y participativa que exija resultados concretos.

Mientras en las montañas de Pitalito un campesino recoge su cosecha de café, o en los barrios populares de Neiva una madre recibe una beca para sus hijos, se escriben pequeñas historias de superación que merecen ser multiplicadas. Porque la pobreza no es un destino irreversible, sino una realidad transformable si se construyen las condiciones adecuadas.

En definitiva, el país ha dado un paso adelante. Pero para que ese paso se convierta en un salto estructural, hay que mirar con lupa a las regiones, entender sus desafíos y construir desde abajo las soluciones. El Huila, con todo su potencial y también con sus urgencias, es una de las piezas clave en ese rompecabezas nacional.

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