María del Carmen Jiménez
En Colombia, la muerte no siempre es consecuencia inevitable de la enfermedad. Muchas veces es el resultado de un sistema de salud colapsado, fragmentado y profundamente injusto e inhumano. Este escrito es un homenaje a los miles de seres queridos que murieron no por falta de amor, sino por falta de atención médica, por la negligencia sistemática que no respeta ni ama la vida, sino el negocio.
Detrás de cada cifra de mortalidad hay una historia, un nombre, un rostro, un padre, una madre, un hijo, un abuelo. Personas que esperaron una cita médica que nunca llegó. Una autorización que se retrasó hasta la muerte, un medicamento que quedó en burocracia. En medio de esas ausencias profundas, dolorosas, injustas hoy quiero hacer memoria, resistir al olvido y levantar la voz.
Este homenaje no solo es un acto de duelo individual por nuestro padre que murió hace cinco días esperando una cirugía, sino un grito de dignidad porque nuestros muertos no deben ser invisibles, porque no se puede naturalizar que un país con recursos, con talento humano con leyes de salud que prometen cobertura universal, se sigan muriendo personas por causas que se pudieron evitar.
El Sistema de Salud en Colombia está impregnado por la lógica del negocio y la intermediación financiera, ha hecho del acceso a la salud un privilegio no un derecho. Por eso, muchas personas humildes mueren en las salas de espera. Esas muertes son una afrenta a la humanidad.
Hoy alzamos la voz para decir sus nombres para recordarlos no como víctimas pasivas, sino como ciudadanos que merecieron vivir. Honrar a nuestros muertos es también exigir justicia para los vivos, exigir un sistema de salud verdaderamente humano, centrado en la prevención, el cuidado y no en la rentabilidad.
Este gobierno ha hecho aporte importante al fortalecer la red pública en algunas regiones a través de inversiones en infraestructura hospitalaria y convenios con hospitales públicos , al poner en debate nacional los abusos de las EPS, la indignidad en la atención y la lógica de lucro sobre la vida, al igual que su decisión de intervenir las EPS con problemas financieros y de servicio. No obstante, su estrategia de intervención ha sido imperfecta, se ha hecho sin suficiente capacidad técnica ni diálogo social amplio .Intervenir EPS exige estructura sólida de gestión y control. La ADRES y la Superintendencia de Salud no han mostrado estar listas para reemplazar toda la operación compleja de las EPS, lo cual genera riesgos de improvisación. Esto ha dado munición política a quienes se oponen a la Reforma.
Este homenaje, es para todos los que partieron producto de la negligencia estructural de este pésimo sistema, porque no es solo el cuerpo que se va; es una historia interrumpida, y nosotros los que quedamos tenemos la responsabilidad de que no se repita. Que su ausencia no sea silencio, sino semilla de cambio. Que su partida no sea olvido sino impulso de lucha por la vida y la dignidad.
