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Volver a casa tras 17 años: así fue la entrega digna de un joven desaparecido

Jul 11, 2025

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En el norte del Caquetá, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) logró devolver a una familia el cuerpo de un joven desaparecido en Pitalito, desde 2008. Su historia es solo una de las 9.947 que aún permanecen en silencio entre Huila, Caquetá y Putumayo.

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El sur del país guarda muchas historias de dolor que aún esperan respuestas. Son las de las más de 9.900 personas que desaparecieron en el marco del conflicto armado y cuyos destinos siguen siendo una herida abierta en el corazón de sus familias. Este mes, una de esas historias encontró un cierre digno: la familia de un joven campesino, desaparecido en 2008, recibió finalmente su cuerpo.

La historia comenzó en Caquetá. Allí nació el joven cuya identidad no se revela, como símbolo de respeto y protección de su memoria. Su vida cambió para siempre cuando debió abandonar su tierra natal, desplazado por la violencia. Terminó en el municipio de Pitalito, Huila, donde fue visto por última vez. Su desaparición ocurrió en un año marcado por la crudeza del conflicto en la región.

Durante años, su cuerpo estuvo inhumado como no identificado en el Cementerio San Antonio de Padua, en Pitalito. Pasó más de una década sepultado sin nombre, sin flores, sin visitas. Solo hasta 2024, tras la primera fase de intervención humanitaria al camposanto, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) pudo localizarlo, gracias a la labor del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses que logró su identificación.

Fue entonces cuando la UBPD buscó a la familia. La encontró. Y juntos recorrieron un camino complejo y doloroso hacia la verdad.

Una búsqueda entre tumbas y silencios

La intervención en el Cementerio San Antonio de Padua no solo permitió hallar al joven campesino. Durante la misma acción humanitaria, fueron recuperados otros 20 cuerpos que podrían corresponder a personas desaparecidas en el contexto del conflicto armado. Cada uno representa una historia inconclusa, una vida arrancada de forma abrupta, un hogar marcado por la incertidumbre.

La familia del joven participó activamente en cada etapa del proceso. Estuvo presente en las labores de prospección y recuperación del cuerpo, acompañada por el equipo técnico y psicosocial de la UBPD. En cada paso, resolvieron dudas, enfrentaron el duelo, y caminaron hacia un cierre que, aunque tardío, trajo consigo la dignidad que tanto habían esperado.

“Gracias a la investigación humanitaria y extrajudicial que adelantamos, se logró establecer que falleció en hechos relacionados con el conflicto armado en el municipio de Pitalito y que su cuerpo fue inhumado como no identificado”, explicó Isaac Giraldo, investigador humanitario del equipo de la UBPD en el Huila.

Una entrega para sanar

El acto solemne de entrega digna no fue solo una ceremonia. Fue una forma de sanar. De reconstruir memoria. De devolver el derecho a la verdad. Allí, frente al féretro del joven, su familia rompió un ciclo de silencio, duelo y espera.

Andrea Yolanda Jiménez, coordinadora de la Regional Sur de la UBPD, destacó la importancia de este proceso como símbolo de reparación:

“Por causa del conflicto, muchas personas se desplazaban —o eran desplazadas— entre Huila, Putumayo, Caquetá, Cauca, Tolima y otros departamentos vecinos. Hoy esas dinámicas interterritoriales se reflejan en nuestra forma de buscar, contactar a las familias y garantizar entregas dignas donde ellas se encuentren”.

El caso del joven refleja lo que ha sido una constante en el sur del país: el tránsito forzado de miles de personas que, en medio de la guerra, dejaron atrás sus vidas, sus hogares y, en muchos casos, nunca más volvieron.

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El equipo de la UBPD acompañó a la familia en todo el proceso de recuperación e identificación.

9.947 personas aún esperan ser encontradas

Según datos de la UBPD en su Regional Sur, que cubre los departamentos de Huila, Caquetá y Putumayo, hay registradas 9.947 personas dadas por desaparecidas a causa del conflicto armado. Cada número representa un rostro, una familia, un dolor pendiente.

Aunque casos como este son esperanzadores, también son un llamado urgente a continuar la búsqueda, a no normalizar la ausencia, a no dejar que el olvido cubra las tumbas sin nombre.

La UBPD insiste en su invitación a todas las personas buscadoras del país: quienes aún no hayan registrado su solicitud o tengan información sobre personas desaparecidas pueden acercarse a la entidad. El camino hacia la verdad y la reparación está abierto, pero necesita de la participación activa de todos los actores: víctimas, comunidades y Estado.

Una memoria que no se borra

La historia de este joven, de origen campesino, que desapareció en Pitalito y fue hallado más de 15 años después, es una entre miles. Pero hoy, su familia puede velarlo, despedirlo, recordarlo con nombre y rostro. Ya no es un cuerpo más en una fosa sin identificar. Es una historia recuperada. Una verdad revelada.

Mientras tanto, la UBPD continúa su labor en el sur del país, donde las cicatrices de la guerra siguen doliendo. Pero también, donde aún hay esperanza de que las familias puedan volver a abrazar la memoria de los suyos. Aunque tarde. Aunque duela. Aunque haya que remover la tierra para encontrarlos.

La entrega digna fue un acto de memoria, reparación y verdad para los familiares del joven.

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