Por: Oscar Eduardo Trujillo Cuenca
“La cortesía no cuesta nada, pero vale más que muchas palabras vacías. Saludar es sembrar humanidad.”
#LaFraseDeOscarT
Hay un gesto que parece haber quedado en el pasado, como si fuera parte de una antigua costumbre que ya no tiene lugar en el mundo de hoy, el saludo. Ese “buenos días” que antes se ofrecía sin esfuerzo al cruzarse con un vecino, ese “¿cómo estás?” sincero que acompañaba el encuentro en una tienda o en una vereda, ese simple pero poderoso acto de reconocer al otro.
Vivimos en una sociedad cada vez más conectada digitalmente, pero paradójicamente más desconectada humanamente. Entre celulares, audífonos, pantallas y afanes, hemos dejado de mirar a los ojos, de sonreír con intención, de ofrecer una palabra amable sin esperar nada a cambio; pareciera que estamos perdiendo el hábito y el valor de reconocernos como comunidad.
Los pueblos del Huila, como muchos rincones de Colombia, se construyeron a punta de saludo y solidaridad. El campesino que saluda en la carretera, la señora que invita a café sin compromiso, el tendero que pregunta por la familia, todo eso que parece “pequeño” es en realidad el cemento invisible que une a las comunidades; son expresiones de respeto, de empatía, de humanidad.
Y sin embargo, hoy es más común ver indiferencia, frialdad, prisa, hemos normalizado pasar al lado del otro sin siquiera una mirada, nos refugiamos en la excusa del estrés, la inseguridad o el individualismo moderno, pero ¿cuánto nos está costando esa desconexión?
Volver a saludarnos es mucho más que una cortesía, es un acto de resistencia frente a la apatía, es un recordatorio de que no estamos solos, es una forma de tejer comunidad desde lo cotidiano, es ponerle rostro humano a una sociedad que, si no cuida sus vínculos, terminará sintiéndose vacía.
Necesitamos volver a lo esencial, a los gestos simples, a la palabra amable, a saludar al celador, al barrendero, al niño del barrio, a preguntar sin afán, a escuchar sin juzgar, porque cuando saludamos, no solo reconocemos al otro, también recordamos quiénes somos como sociedad.
Quizás no tengamos el poder de cambiarlo todo, pero sí tenemos el poder de saludar. Y eso, aunque parezca poco, puede ser el primer paso para empezar a reconstruir lo que hemos ido perdiendo.








