Diario del Huila

“¿Entretenimiento o Eficiencia? La Verdadera Medida de la Gestión Pública”

Jul 3, 2025

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EDWIN FERNANDO PISSO ESCALANTE

En diversas regiones de Colombia, y específicamente en el Huila, se ha arraigado una curiosa forma de evaluar la gestión de un mandatario. Muchos ciudadanos parecen basar su juicio en criterios que poco tienen que ver con el verdadero propósito del liderazgo político: el bienestar colectivo. La llegada de artistas a las festividades locales, la pomposidad de las fiestas de San Pedro o el simple hecho de que haya eventos culturales se han convertido en medidas erróneas para calificar la eficacia de una administración pública. Hoy, me gustaría proponer una reflexión más profunda sobre cómo debemos evaluar a nuestros gobernantes, centrándonos en lo que verdaderamente importa: el desempeño institucional y la calidad de vida de los ciudadanos.

Es comprensible que las festividades y los espectáculos atraigan la atención del público; son momentos de alegría y celebración que, naturalmente, generan un sentido de pertenencia y comunidad. Sin embargo, asumir que unos buenos conciertos o unas fiestas bien organizadas son sinónimo de buena gestión es una simplificación apurada. En lugar de dejarnos llevar por el brillo efímero del entretenimiento, debemos dirigir nuestra mirada hacia indicadores más consistentes y duraderos que realmente reflejen el estado de nuestras instituciones.

El Índice de Desempeño Institucional, que se publica anualmente y es certificado por el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), es una herramienta para evaluar la gestión de las entidades públicas en cada municipio. Esta operación estadística examina aspectos como la calidad del servicio, la eficiencia en la utilización de recursos, la transparencia y la efectividad en la implementación de políticas públicas. En este sentido, cuando analizamos si un alcalde o un mandatario ha cumplido con su labor, deberíamos centrarnos en estos indicadores.

Si un municipio figura en los últimos lugares de dicho índice, esa debería ser una clara señal de alarma para los habitantes. Las implicaciones de una mala gestión son vastas y complejas: falta de acceso a servicios básicos, deficiencias en salud pública, problemas de infraestructura y, en última instancia, un deterioro en la calidad de vida de los ciudadanos. Lo realmente preocupante es que, si un gobierno no está logrando resultados positivos en estas áreas esenciales, seguramente ello no es solo un problema de gestión, sino también una falta de dirección y compromiso con las necesidades de la población.

Asimismo, este análisis no se limita a la gestión de los alcaldes. Debemos mirar detenidamente la actuación de todas las entidades públicas presentes en nuestro entorno: hospitales, personerías y demás organismos que tienen un impacto directo en nuestras vidas. Cada uno de ellos debe ser evaluado con el mismo rigor y criterio. Un mal desempeño no solo se refleja en la calidad de los servicios ofrecidos, sino que también afecta la confianza que los ciudadanos depositan en sus líderes.

Finalmente, debemos recordar que un buen gobierno no se mide por la cantidad de artistas que trae a sus fiestas, sino por la capacidad de transformar la vida de los ciudadanos a través de políticas públicas efectivas y responsables. En un país donde tantos desafíos sociales y económicos persisten, no podemos permitirnos distraernos y olvidar lo que realmente importa: la calidad de vida de nuestra gente.

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