Diario del Huila

Repasando nuestras fiestas

Jun 26, 2025

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Las fiestas de San Juan y San Pedro, tan arraigadas en la cultura opita, tienen profundas raíces que se entrelazan entre lo pagano, lo religioso y lo popular. Desde las hogueras del solsticio de verano en Europa hasta los rajaleñas entonados en el sur colombiano, esta tradición ha evolucionado hasta convertirse en símbolo de identidad y orgullo para los huilenses.

DIARIO DEL HUILA, ASI VA EL FESTIVAL

Por Martha Cecilia Andrade Calderón

Las fiestas de San Juan tienen su origen en una festividad cristiana europea, específicamente en España y coinciden con otras de la antigüedad de origen pagano, celebradas el 21 de junio, fecha en la que en el mediterráneo solían encender hogueras o fuegos para festejar la llegada del solsticio de verano, con la finalidad de «darle más fuerza al sol», porque por esos días éste se iba haciendo más «débil» en el hemisferio norte, así el 21 de junio era el día más largo de plenitud solar, y de ahí en adelante los días se hacían más cortos.

Luego la tradición antigua es retomada desde la fiesta cristiana del santo, San Juan Bautista, 24 de junio, quien nace seis meses antes de Jesús. Así se dice que esta fiesta de San Juan en España no tendría nada que ver con las celebraciones paganas del solsticio de verano. Lo cierto es que a América Latina llega la práctica religiosa y por asociación se vincula la fiesta de San Juan del 24 con la de San Pedro, 29 de junio. Por esta razón se dice que estas fiestas tienen su génesis en la época de la conquista en Colombia y se acunan de manera especial en el Tolima Grande.

Por aquel entonces, siglo XVI, los 23 de junio, los caminos veredales se llenaban de canciones alegres y paseos de olla. El punteo del requinto, la guitarra y la bandola española, se asocian con el chucho, la puerca, la esterilla y los tambores de nuestros indígenas, o como se le dice mejor en el Huila, a la tambora que lleva dos parches a cada lado del cilindro para producir un maravilloso sonido; todos se acompasaban para generar entre gritos y algarabías, una lenta y melodiosa canción.

De allí aparecen los ritmos del joropo -baile- y del bambuco, y las coplas heredadas de la lírica española en estrofas octosílabas que muestran de manera jocosa las costumbres de la vecindad, las anécdotas picarescas, el humor, el chisme y los cuadros propios de la convivencia de la región. Así los hombres que rajaban leña en los bosques o en los montes, las cantaban, y dieron origen a los famosos versos nuestros, ¡los rajaleñas!

Luego en el siglo XVIII ya en el casco urbano del poblado y en futuras ciudades, se celebra el San Pedro con ahínco el 29 de junio, el cual se caracterizaba por la cabalgata, la descabezadura de gallo, la vara de premio, la pólvora, aguardiente y música con la banda de viento.  En sus investigaciones Jorge Villamil Cordovéz, encontró en la notaría Primera de Neiva, la copia autentica de un acta de 1790, en donde el gobernador de esta provincia, don Lucas de Herazo, ordenó la celebración de una fiesta especial como acción de obediencia al Rey de España don Carlos IV. Se trataba de un jolgorio que se prolongaba durante 10 días, exactamente en el mes de junio, ordenándose una serie de actividades en las que había directa intervención del pueblo refiriéndose a una buena parte del centro y sur del Tolima Grande y del luego, felizmente llamado al inicio del siglo XX, departamento del Huila. 

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La siguiente etapa de las fiestas sampedrinas surge a partir de 1952; cuando se celebró en las antiguas instalaciones del club social una animada fiesta, en donde se presentó en sociedad un conjunto de rajaleñas. Sin embargo, los primeros indicios de la fiesta organizada se remontan hacia 1956 cuando se organizó luego el primer desfile típico por las calles de Neiva y se fomentó el Festival Típico del Huila.

Todos estos antecedentes, dieron pie para aprobar luego la Ordenanza de diciembre de 1960, en donde se daba, a la dirección de Turismo, la organización del Reinado del Bambuco, la apertura de concursos con premios a los mejores conjuntos musicales, danzas folclóricas, carrozas; y autorizando a la Licorera y al fisco departamental para que cubrieran los gastos de la organización de la fiesta y los de las candidatas participantes al reinado.

Así el Festival Nacional del Bambuco ya en forma y con el carácter gubernamental ha venido celebrándose cada año en la ciudad de Neiva, así todo el departamento se viste de raboegallo para celebrar las fiestas de San Juan y San Pedro como un ritual que protege lo ancestral y autóctono de nuestra cultura opita.  No en balde, los exiliados de la capital bambuquera, donde se encuentren, celebran ya sea en familia o con amigos y con viandas huilenses la tradición con bailes y cantos que alegran el corazón.

Con orgullo ancestral todos celebramos estas fiestas que el Congreso de la República en el 2006, la enunció como Patrimonio Cultural de la Nación. Así que desde junio y con trajes típicos que se han modernizado, se grita, se come asado, bizcochos de achiras, bizcochuelos, se toma mistela, masato, chicha, jugo de cholupa y las cucas cortadas. Todo se conjuga en un pletórico paisaje que atrae a todo un país que grita: iiijjjjjjjjjiiiiiiiiiiiii  San Pedro ¡Felices fiestas!

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