Yamid Sanabria
Existe una palabra determinaba para esas personas que disfrutan el dolor ajeno, “schadenfreude” de origen alemán, que tal vez, nos permita entender porque en redes sociales algunas personas parecen disfrutar lo acontecido a Miguel Uribe. Una sociedad que se acostumbró a la violencia, reforzada por la polarización política, parece estar condenada al fracaso o sentir un deseo incontrolable por ver fracasar a otros, y peor aún, verlo morir.
Luego del atentado contra el senador Miguel Uribe, las redes sociales empezaron a generar contenidos de solidaridad y burla; lo segundo acompañado de ideas conspirativas, que son naturales en un país que no esclareció las muertes de Jorge Eliecer Gaitan, Carlos Pizarro y Bernanrdo Jaramillo (todos de ideas progresistas), pero no es normal desear el mal para el “contrario”, como si la muerte de alguien de la “derecha política” les generará placer o compensación por la pérdida de uno de sus líderes, algo absurdo, pero real.
Según un artículo de National Geographic la palabra “schadenfreude”, esta compuesta por schaden [daño], y freude [alegría], no tiene traducción exacta en español, aunque su definición se acerca la de epicaricacía, regodearse o regodeo. El origen de estas emociones negativas está en sentimientos de injusticia, superioridad moral, envidia, o que alguien “se merece” lo que le ocurre, explica Silvia Montiglio, profesora de la Universidad Johns Hopkins en sus investigaciones.
Pasa cuando alguien compra una casa más amplia, y sufre algún problema financiero; en aquel negocio que no resultó por una adversidad; en la mujer atractiva que lamentablemente puede sufrí un problema estético; en quien decidió no vacunarse en la pandemia y resultó contagiado; en el familiar que consiguió un poco más y pasa por un momento de infortunio; en el político de otro partido que pierde las elecciones para alegría del opositor o trágicamente en un atentado que silencia una voz “diferente”; entre otras miles de envidias que llenan de felicidad a quienes disfrutan de la desdicha con una enorme y maliciosa sonrisa.
Finalmente, en lo personal, he visto esta actitud en “amigos y contradictores”, parece que neurológicamente desata un efecto placebo el sufrimiento del otro; en el cual la respuesta es la empatía, pensar ¿qué tal si esto me pasara a mí o alguien que aprecio realmente?; ponernos en los zapatos del otro es una tarea enorme para superar las carencias y vacíos personales, si queremos una paz genuina no solo basta con decirlo.








